Diario de un cavernícola



Hace ya muchas lunas que los seres de otros mundos me salvaron la vida. Toda mi tribu, mi mujer, mis hijos, mis padres habían muerto a causa de la sequía y yo me encontraba esperando la muerte al lado de nuestro árbol más poderoso, cuya sombra se había debilitado por la escasez de agua.
Al anochecer, cuando el sol dejaba de abrasar la tierra, vi a un monstruo de ojos brillantes que se deslizaba en vez de caminar. De sus entrañas salieron unos seres con extrañas vestiduras. Tenían brazos y piernas como yo, pero de su mano salía una luz tan potente como el sol. Me cegaron con la luz y ya no recuerdo más. Cuando desperté pensé que ya estaba muerto, pero ellos me convencieron de que estaba en otro mundo. En su mundo.

Todo en él era magia. La cueva en la que me encontraba era blanca y confortable. No hacía ni frío ni calor. Estaba acostado sobre una piedra blanda y arropado con la piel de algún extraño animal, porque era fina, blanca, suave y grande.

Pronto aprendí a querer a ese mundo mágico. ¿Cómo no hacerlo? Los manantiales estaban por todos lados y solo tenía que tocar una piedra brillante y al momento aparecía toda el agua que quisiera. Siempre que lo hacía recordaba a mis hijos, a mi mujer, a mis padres, a mi tribu. Ellos no hubieran muerto si hubiéramos tenido una sola de estas piedras brillantes.

En este mundo no hay que ir a cazar. He visto morir a muchos hermanos mientras perseguíamos alguna pieza para llevarla al poblado. La mayor parte de las veces sin éxito.
Pero en este mundo, basta con ir a una cueva gigantesca donde hay toda la comida que necesites para dar de comer a cien tribus. Allí tomas lo que más te gusta y luego al salir das a cambio unas hojas de un extraño árbol (el ser que está a la salida debe ser tonto porque cambia comida por hojas sin valor que no se comen)

Cuando alguien se pone enfermo lo llevan a una cueva grande donde hay chamanes de vestiduras blancas y las más de las veces les curan. He sabido que, gracias a esto, hay seres que llevan viviendo ¡más de noventa inviernos! En mi tribu, los más viejos no habían visto treinta inviernos. A esa edad todos ellos estaban ya sin dientes y apenas podían comer la dura carne que traíamos o las raíces que encontrábamos.  

En este mundo de magia, sus habitantes nunca se aburren. Tienen una extraña piedra ligera y alargada que cuando la tocan, una ventana aparece y se pasan la vida mirando a través de ella. A través de esa ventana pueden ver todos los mundos que quieran y así se olvidan del suyo.
Nosotros, en cambio, sólo teníamos las estrellas, el crepitar del fuego y las historias que nos contaba el viejo chamán. Casi siempre esto era suficiente para desbordar nuestra imaginación y hacernos viajar por espacios imposibles.

Pero no todo es bueno en este mundo. Los seres viven en poblados inmensos, en cuevas enormes y cuadradas, que a su vez están divididas en pequeñas celdas, como si fuera un panal de grandes abejas.
La noche nunca llega porque infinitas luciérnagas aparecen en el techo de los poblados y me dan pena porque esto les impide ver las estrellas. Desde la entrada de mi gruta, bastaba mirar al cielo en una noche estrellada de primavera para darse cuenta de que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos.
Además, los pies de estos seres nunca tocan la tierra porque la han recubierto con una costra dura y negra por encima, que el agua no puede atravesar.

Y a pesar de tener comida y agua, veo seres tristes. En sus ojos no brilla la ilusión ni la esperanza. Se limitan a ver con ellos el mundo de las apariencias y a muchos no les gusta lo que ven.

He sabido que queman los árboles, que maltratan la tierra y envenenan el mar y a pesar de todo, me dicen que ellos son como yo, que somos de la misma especie, solo que ellos han evolucionado, que han pasado al Siguiente Nivel.

Y yo les digo: “No es cierto. La tecnología os ha llevado al Siguiente Nivel de comodidad, pero esa misma tecnología (que usáis para embotar los sentidos y haceros creer más de lo que sois), y vuestro individualismo e insolidaridad os están haciendo retroceder a niveles anteriores y haceros más primitivos que nosotros, poniendo en peligro vuestra propia supervivencia”
“Yo no soy como vosotros. No quiero serlo.”

----

Monografías de Siguiente Nivel


Compendio de Autoayuda

Trucos ecológicos

Suplantator el Extraterreste

La solución definitiva

Lecciones víricas

Historias de Villarriba y Villabajo

----

Estos son los objetivos y estos otros los sueños 

de Siguiente Nivel. Si se parecen a alguno de los tuyos, 

ayuda a su difusión, compartiendo, comentando 

o marcando “me gusta” en las publicaciones 

o en la página.

----

Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. 

Son solo una visión de la realidad. Es poco probable que alguien se encuentre 

en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que 

cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuento de Navidad 2.023

La verdad sobre el cambio climático

Noche mágica de Reyes