6ª Lección vírica- Necesitamos la independencia



Sí. Siempre es bueno tener una cierta independencia de lo que pasa alrededor y que nuestro mundo interior tenga una razonable riqueza, pero es que el virus nos lo ha demostrado de manera flagrante.

Necesitamos la independencia de los medios de comunicación empeñados, como están, de transmitir con todo lujo de detalles la inmensa negatividad de la situación actual. Reconozcamos que encontrar algo positivo en lo que está pasando es difícil, pero, de todas formas, ellos siempre han sido así. Yo he llegado a pensar que, estando al servicio de los poderosos, de esta manera se consigue tener a la plebe (es decir, a nosotros) siempre acojonados y por tanto, con poca más fuerza que la necesaria para pasar el día.

Y es que, efectivamente, la situación externa es negativa. De los políticos, poco podemos esperar. La posibilidad de que lleguen a acuerdos positivos para el conjunto de los ciudadanos es poco probable, porque ellos siguen empeñados en sus ideologías y en mantener los votos suficientes para perpetuarse en sus prebendas y lujeríos. 

Además, de convocarse nuevas elecciones, la fragmentación del parlamento seguiría igual o peor y dada las habilidades demostradas hasta ahora para llegar a pactos, nos dejarían donde estamos por los siglos de los siglos. Así que de la política poca ilusión podemos extraer, salvo... que seas político o conocido de algún político o conocido de algún conocido de algún político y te caiga por lotería uno de esos cargos de nula responsabilidad, poco trabajo y buen sueldo. Pero claro, reconozcámoslo: esa es una lotería que toca poco. No creo que llegue al 1% de la población (en términos porcentuales puede parecer poco, pero 1% de 47.000.000 son casi medio millón de cargazos, cargos y carguitos que multiplicados por sus correspondientes sueldos de por vida es un dinero que de alguna manera es una de las razones de porqué estamos como estamos). Pero el 99% restante de la población, me temo que poco pueda esperar de la política y los políticos.

Vayamos ahora con la economía. Es obvio que poco se puede esperar a corto y medio plazo de la economía. Salvo que tengas un trabajo descrito en el párrafo anterior u otro en un sector no perjudicado por el coronavirus, estamos fastidiados. Cualquier proyecto o proyectillo que tuviéramos respecto a una casa nueva o un coche nuevo, incluso una lavadora nueva, es probable que se haya ido al garete (eso si no ha sido sustituido directamente por un proyecto más inmediato y perentorio como es conseguir la comida de cada día).

Si nos centramos en el terreno de la salud, también vamos listos. Tanto si pillas el virus como si no, como necesites un médico estás apañado, porque si antes las listas de espera eran largas, ahora es que ni siquiera hay listas de espera. Para una visita concertada a un especialista por una patología ajena al virus, te llaman y la pegan una patada (a la cita, y a tí de paso) de tres meses hacia el futuro, por ejemplo. Poca esperanza podemos tener en este terreno, tampoco.

Y no voy a seguir, porque si no voy a parecer uno cualquiera de esos medios de comunicación a los que critico, aportando tanta negatividad que parece una invitación al suicidio. Nada más lejos de mi intención. Solo quería demostrar con pruebas que necesitamos la independencia de este cúmulo de noticias negativas que nos sume, queramos o no, en una desesperanza vital, en una desilusión crónica y en unas ganas terribles de no levantarnos en todo el día de la cama. 

De hecho, en la insolidaridad que demuestran algunos para evitar la propagación del virus podemos deducir que esa peña se centra en el disfrute momentáneo y que los valores sociales y el futuro se la traen al pairo. Seguramente todo ello motivado por la falta de ilusión y la desesperanza cuya existencia hemos intentado demostrar. Y es que no tenemos referentes sociales o líderes, ya sean políticos, económicos, intelectuales, etc que sean capaces de ilusionar. Quizás existe alguno, claro, pero la ilusión y esperanza repartida por los lideres dividida entre el mogollón que somos, tocamos más bien a poco.

De nuevo, concluimos que necesitamos la independencia. Bien, supongamos que nos hemos independizado. ¿Y ahora qué? ¿de quién dependemos? ¿qué tal de nosotros mismos? Pero es que depender de uno mismo requiere un esfuerzo ímprobo. Veamos

Lo principal para ello, es controlar nuestros pensamientos. Si nos dejamos llevar por las ideas negativas que nos inyectan cada día, y dejamos que revoloteen todo el rato por la cabeza, estamos apañados. ¿Qué dice la teoría sobre esto?

Primero, que obviamente evitemos toda esa sarta de noticias negativas que pululan alrededor nuestro. Apaguemos la tele, el ordenador y los grupos de wasap que solo mandan noticias que desmuestran lo malos que son unos u otros o lo mal que nos va y lo que es peor, lo malísimamente mal que nos va a ir.

Segundo, que inyectemos pensamientos positivos, ilusión y esperanza a nuestra mente. ¿Y como se hace eso? Buena pregunta. Hay distintas aproximaciones para esto

  1. Usar los deportes, las novelas, las series, las películas u otros mecanismos de entretenimiento (hobbies, por ejemplo) para tener la mente ocupada y que no nos dé por pensar. Si seleccionamos cuidadosamente el mecanismo de entretenimiento, puede ser constructivo para nuestra mente, en caso contrario, si elegimos algo inadecuado puede ser bastante destructivo, lo cual es de perogrullo

  2. Elegir un objetivo vital que nos trascienda (aunque sea ligeramente) a nosotros mismos: Salvar las ballenas, salvar los bosques, luchar contra el cambio climático, reciclarlo todo, etc, etc.

  3. Derivado del anterior está algo tan sencillo y a la vez tan complicado como intentar facilitar la vida de los que tenemos más cerca, es decir ayudar a los de alrededor e intentar que la felicidad media de nuestro entorno más próximo suba. La teoría dice que cuando creamos felicidad a nuestro alrededor incidimos directamente en la nuestra propia

  4. Soluciones místicas o religiosas. Recuerdo cuando a finales de febrero de este año aún podíamos salir y, junto con unos amigos, hice una visita a un convento de semiclausura y me sorprendió la felicidad que irradiaban las monjas y que reflejé en un post cuyo enlace adjunto.

  5. Un poco de todo lo anterior

Pues, ánimo y sustituyamos la negatividad circundante por positividad interna y, empecemos, si es posible, con una sonrisa para aquellos con los que nos crucemos a lo largo del día. Como digo siempre, no subestimemos el poder de una sonrisa.

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