¿Está bien pegar a un padre anciano? - I



Los hermanos Álvarez, Arturo y Vicente, alcaldes de Villarriba y Villabajo respectivamente,  se habían reunido de nuevo para continuar hablando de las condiciones en las que el próspero pueblo de Villarriba enviaría las ayudas al necesitado pueblo de Villabajo. 

La verdad es que la relación entre los dos hermanos había mejorado ostensiblemente tras los primeros contactos. Vicente parecía preocupado y preguntó a su hermano

- ¿Cuando recibiremos el primer paquete de ayudas de Villarriba?

- Tendréis que mandamos vuestros presupuestos aprobados por todos los concejales. Queremos estar seguros de que no gastaréis el dinero en políticas demagógicas que os aseguren ganar las próximas elecciones pero que os hagan más pobres.

- ¡Ya estamos!. Vosotros sabéis lo que es bueno para nosotros, ¿verdad?

- Vicente, la diferencia que hay entre vosotros y nosotros puede parecer abismal, pero en realidad no es tanta. Vosotros preferís dar pescado, nosotros preferimos enseñar a pescar. Ya te lo dije, si das pescado haces personas dependientes y eso te gusta porque te garantizas ganar las elecciones. Si enseñas a pescar, haces gente independiente que puede votar a cualquiera y no te gusta correr riesgos.

Llevas tantos años con esa dinámica que dudo que puedas cambiar de golpe. Por eso queremos ver vuestros presupuestos antes de daros el dinero

- No tengo otra. Estoy en tus manos así que te mostraré los presupuestos.

Hubo un silencio entre los hermanos que pareció algo incómodo. Vicente estaba digiriendo esa cesión necesaria para conseguir el dinero. Era una renuncia más a su soberanía, a la autoridad que tenía sobre su pueblo. Arturo percibió el nubarrón en la mente de Vicente.

- ¿Qué te pasa?

- Eres mi hermano. Sabes que estoy sufriendo por las humillaciones que nos estáis haciendo.

- No son humillaciones, Vicente. Son las condiciones que un prestamista pone a su prestatario para darle el dinero. Está en su derecho de asegurarse de que recuperará su dinero. Si no querías depender de condiciones externas, deberías haberte asegurado de que no necesitarías dinero. Eso se llama hacerse dueño del propio futuro. 

Cuando gastas más de lo que ganas, antes o después dependes de otros.

La expresión de Vicente se dulcificó un poco.

- Entiendo tu postura. Me parece razonable que quieras asegurarte de que devolvemos el dinero de tus vecinos. Además, debo reconocer que tu pueblo siempre me ha dado cierta envidia. Es evidente que algo hacéis mejor que nosotros. Las calles están limpias, el tráfico ordenado, los jardines cuidados, las tiendas llenas de gente. La verdad es que había oído de vuestra prosperidad pero al verla en directo en estas últimas visitas que te he hecho, mi envidia ha crecido. Reconozco que algo hacéis mejor que nosotros. Me gustaría saber qué.

- Ya te dije que vuestro concepto de igualdad conduce a la pobreza

- Eso es todo?

- Bueno, es un punto importante. ¿Quieres que te diga algo más?

- Sí, por favor -rogó Vicente

- Vuestra relatividad moral

- Nuestra qué?

- Relatividad moral. Vosotros pensáis que para que una cosa sea clasificada como buena o mala, basta con ver lo que opina la mayoría. Tenéis una especie de moral democrática. 

- Ah y vosotros no? 

- No -contestó Arturo-. Nosotros tenemos una moral absoluta que no cambia con el tiempo ni con las opiniones de la gente.

- No me hagas reír. Y según tú, quien ha escrito esas normas morales que no cambian ni con el tiempo ni con el espacio?

- Dios, naturalmente.

Vicente soltó una sonora carcajada y cuando pudo dijo:

- Lo que me faltaba por oír. No me digas hermano que en los tiempos de la conquista espacial, la nanotecnología, y la Internet, aún crees en esas cosas.

- Más que nunca, pero no hablemos de nuestras creencias, porque si tu crees que Dios no existe, también eres un creyente, puesto que tú tampoco puedes demostrarlo. Hablemos, en cambio, de la utilidad de nuestras creencias para la organización social, que era el tema de nuestra conversación

- Evidentemente, la creencia en Dios os resulta muy útil para controlar a la población. Siempre lo habéis usado para eso. -Vicente cambió el tono de su voz y poniendo una voz grave,  añadió como si estuviera actuando- “Si no hacéis lo que yo os digo iréis todos al infierno”.

- Ríete si quieres -dijo Arturo-. Insisto en que no quiero hablar de las creencias sino de su utilidad. Piensa un poco en la historia del hombre. Los primeros grupos humanos eran de poco más de unas decenas. La organización social era relativamente sencilla, cuando los grupos crecieron en número, ¿cuál fue el pegamento que los mantenía unidos?

- ¿La religión?

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Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. Son solo una visión de la realidad. Es poco probable que alguien se encuentre en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.

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