Igualdad frente a igualitarismo III

 


Viene de Igualdad frente igualitarismo II

  • Trabajo, trabajo y si no hay, ¿qué?

  • Nos lo inventamos. Preferimos dar 600 euros a una persona por cuidar a uno de nuestros ancianos o plantar flores en nuestros jardines que por no hacer nada. Vicente, tú no has defendido nunca la igualdad, has defendido el igualitarismo. Que efectivamente hace a todos iguales… de pobres, menos tú y los tuyos, claro. Tú defiendes el café para todos, excepto para tí, que reservas el champán. No es que lo critique, pero cuando todos reciben café, independientemente de si hacen algo o no para conseguirlo, los que hacían algo dejan de hacerlo y el café se acaba. Ahora no tienes café para nadie, y ese es el motivo por el que estás aquí. Lo que te pido es que cambies tu concepto de igualdad y des a todos tus ciudadanos las mismas oportunidades, pero luego, el que más se esfuerce, que más consiga, y el que no pueda esforzarse porque sus circunstancias se lo impiden o bien cambias las circunstancias o bien, si no puedes cambiarlas, recurres a socorrerle. Eso es responsabilidad, que cada uno sea responsable de sus actos y pague las consecuencias, eso es dar poder o empoderamiento como se dice ahora en un palabro traduciendo del inglés empowerment. Lo contrario es construir un pueblo de adultos-niño que miran con ansiedad a papá Ayuntamiento esperando que le caigan las migajas y que para ello bailan al son que tú les tocas. 

Insisto, eso no significa abandonar a los desafortunados de la vida. En Villarriba no hay nadie que malviva, porque nuestros servicios sociales se encargan de que reciban cuanto necesitan para vivir. 

A medida que Arturo hablaba se había ido entusiasmando y elevando la voz, se dio cuenta, se relajó, se apoyó en el asiento de su sillón y continuó:

  • Por si no te ha quedado claro, te voy a poner otro ejemplo tonto pero representativo de tu concepto de igualdad, que para mi es igualitarismo. Lo tenéis tan arraigado que lo usáis en cada faceta de la vida social sin daros cuenta. ¿Cómo conseguisteis reducir la velocidad media y disminuir el número de atropellos en  tu pueblo?

El rostro de Vicente se iluminó con una sonrisa y se apresuró a contestar

  • Me alegra que pongas ese ejemplo pues demuestra la eficacia de mi gestión. Nos gastamos un dineral construyendo badenes en cada paso de cebra. Cayó de forma significativa el número de accidentes.

  • En Villarriba tenemos una tasa de atropellos y accidentes igual o inferior a la vuestra y no nos gastamos nada. ¿Sabes que hicimos? 

  • No. Dímelo

  • Como siempre, la mayor parte de la gente respetaba las normas, en este caso los límites de velocidad y los pasos de cebra, pero unos pocos se los saltaban a la torera. Esos pocos provocaban la mayor parte de los accidentes. Iniciamos una campaña intensiva para vigilar y multar a los que no respetaban los pasos de peatones o superaban la velocidad permitida. Es decir, castigamos a los infractores en vez de castigar a todos los ciudadanos teniendo que soportar los continuos badenes de los pasos de cebra que destrozan los coches, aparte de la paciencia de los conductores. Esto es lo mismo de siempre, ¿recuerdas cómo te sentías tú cada vez que estabas en el colegio atendiendo en clase mientras cuatro estaban hablando, entonces se volvía el profesor y en vez de esforzarse en identificar a los culpables, castigaba a toda la clase sin recreo? Me lo decías mil veces.

  • Sí. Odiaba al profesor y me decía a mí mismo que la próxima vez, me castigaría por algo, así que luego hablaba sin reparos.

  • Eso sienten los ciudadanos cumplidores. Nosotros no igualamos a todos hacia abajo. Analizamos las situaciones, identificamos a los culpables y los sancionamos. De esta manera, el cumplimiento de las normas sale reforzado y los cumplidores no se desmotivan -Arturo hizo una pausa- Pero insisto, no critico tu opción, solo defiendo que conduce a la pobreza y al desencanto social. Por eso te pongo como condición para recibir nuestra ayuda que cambies tu criterio.

  • Si no, ¿no me ayudarás?

  • No. Nuestra ayuda saldría de las arcas del ayuntamiento que se llenan con los impuestos de mis ciudadanos, no puedo darte el dinero sin una cierta garantía de que nos lo devolverás.

  • ¿Qué quieres que haga exactamente? -preguntó con una cierta angustia Vicente

  • Para empezar necesito algo contundente: Tendrás que cambiar los estatutos de tu ayuntamiento para poner un tope al gasto en el que puedes incurrir. No quiero que sigas gastando dinero para asegurarte que ganas las próximas elecciones.

  • Está bien, convocaré de urgencia a la oposición para cambiar los estatutos. Para hacer eso necesito el voto de todos los concejales. 

  • Necesitaré algún otro gesto visible más que pueda mostrar a mis contribuyentes -dijo Arturo. 

  • ¿Te vale con que quite las pagas extra a los empleados de mi ayuntamiento?. 

  • Me vale -respondió lacónicamente Arturo 

  • Entonces, acepto. 

Cualquier parecido con cualquier realidad pasada presente o futura, es pura coincidencia. Esto es pura ficción y propone ideas sobre las que debatir de forma tranquila y siempre desde el máximo respeto a la forma de pensar de los demás. Abajo están los campos para comentarios.

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Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. Son solo una visión de la realidad. Es poco probable que alguien se encuentre en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión


Comentarios

  1. Me parece una fabula genial y una forma estupenda para entender y comprender la diferencia entre igualdad e igualitarismo. Siempre he pensado que la igualdad se resume que todos tengamos las mismas oportunidades independientemente del apellido y de la cuna donde se nace. Pero efectivamente todos no nos esforzamos ni nos comportamos de la misma forma por eso el resultado no puede ser el mismo, y el café para todos como bien dices, a la larga no hay café para nadie.
    Saludos

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  2. Gracias, Antonio por tu comentario. Yo también opino así. Hay que incentivar el esfuerzo porque si no se hace, la gente deja de esforzarse, y al fin y al cabo, es el esfuerzo el que genera la riqueza individual y consecuentemente, la colectiva.

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