21 lecciones para el siglo XXI-Yuval Noah Harari



He terminado de leer el libro de Harari "21 leccciones para el siglo XXI" y debo decir que mi impresión general es que es bastante descorazonador. Naturalmente es una impresión subjetiva porque es un libro ameno, bien escrito y lleno de racionalidad. Es obvio que su autor es una persona culta e inteligente. El libro está bien documentado y a mi juicio, es de una calidad irreprochable. El autor, sin duda, se ha ganado mi admiración y mi respeto. Creo que disfrutaría discutiendo con él si es que un anónimo y humilde lector como yo, pudiera discutir con un escritor de best sellers como es Harari.

Pero dicho lo bueno, vayamos con lo malo. Vuelvo a insistir en la palabra descorazonador para describir el libro. No es que sea culpa del libro en sí, es que los temas que toca son descorazonadores. Durante la vida entera nos dedicamos a escribir un relato (como el autor los llama) de nuestra vida y del mundo que nos rodea, es decir, una historia, una explicación, un sentido a la vida, y si te dejas, este libro lo desmorona en un santiamén. Pero lo hace con una racionalidad pasmosa, no con malicia, sino con hechos documentados que puestos unos detrás de otros no permiten llegar a otra conclusión más que la vida, el hombre, incluso el universo no tienen ningún sentido. A mi esta reflexión me parece, desde luego, descorazonadora y mi conclusión es que para este viaje no necesitamos estas alforjas, porque, a menos que nos esforcemos mucho para lo contrario, es la conclusión a la que solemos llegar nosotros solitos. Más bien estamos ansiosos de leer libros que nos llenen de esperanza, pero esos, hoy día, no sé porqué, no se llevan.

Veamos algunos comentarios adicionales que se me ocurren. 

Debo decir que estoy básicamente de acuerdo en los capítulos dedicados a la tecnología, y coincido en que los cambios que se avecinan, no pintan nada bien para la mayoría. La mayor parte de nosotros estamos asistiendo impasibles a un devenir tecnológico que va en contra nuestra, y la tecnología, lejos de transformar el mundo para hacerlo más humano (en el sentido de más agradable y con menor sufrimiento para el ser humano y el resto de los seres vivos) lo está transformando en uno en el que el ser humano (salvo una pequeña élite) es irrelevante. Irrelevante es la palabra que usa el autor y es realmente apropiada, es decir que la mayor parte de nosotros no contaremos una mierda en la toma  de decisiones futuras y no se nos tendrá en cuenta. ¿Por qué? Porque no seremos necesarios, ya que las élites podrán seguir haciéndose ricos pero esta vez sin necesidad de explotarnos a nosotros. Les bastará tener a su servicio millones de máquinas dotadas de inteligencia artificial. Al menos, cuando nos necesitan, tienen un mínimo cuidado para tenernos algo de contentos. En el futuro, ni eso.

De momento, sólo somos consumidores de productos y servicios y por ello nos necesitan ahora y en el futuro (a menos que los propios robots comiencen a consumir). Como consumidores, sólo necesitan nuestro dinero y que lo entreguemos con la mayor facilidad posible, y con este fin están fabricando una subespecie bastante peligrosa. No, no son los moradores de las arenas al estilo de la saga de La Guerra de las Galaxias, sino los miradores de las pantallas (entre los que me incluyo). 

Estamos construyendo una sociedad parecida a la descrita por Platón en su alegoría de  la caverna, en la que sus habitantes, castigados de cara a la pared de la cueva, ven el mundo a través de las sombras que la luz de la entrada proyecta sobre la pared de la caverna, y están convencidos de que esa es la realidad. Y exactamente así estamos ahora. La única diferencia es que nosotros estamos castigados de cara a nuestras pantallas y, a través de las sombras que los medios proyectan en ella, creemos entender el mundo. 

Así pues, los miradores de las pantallas somos una subespecie bastante peligrosa para nosotros, pero muy beneficiosa para las élites. Por eso, ellos no van a hacer nada para reconducir la situación, si acaso al contrario, algo para favorecer la tendencia. Y me temo que nosotros estemos demasiado ocupados mirando las pantallas para cambiar nuestro destino. Consecuentemente, la solución, que es la cultura y el desarrollo personal, está cada vez más lejos de los objetivos de cada uno de nosotros.

Así que sí. Estoy de acuerdo con el autor en que el futuro que nos aguarda es poco halagüeño, con una sociedad imprevisible en el terreno social, político y económico (ni las élites saben cómo será el mundo en 50 años, claro, que a ellos sólo les preocupa incrementar su poder político y económico actual). 

Es imprevisible porque no sabemos cómo será el mundo en unos pocos años, pero de lo que podemos estar seguros es que la tecnología lo hará cambiante, casi vertiginoso y nuestra adaptación a él será muy complicada.

En cambio, en lo que no estoy de acuerdo es en su visión de las religiones. Harari no deja títere con cabeza cuando se pone a hablar de las religiones y las pone todas a caer de un burro, incluida la de su tierra, la judía, a la que dedica bastantes páginas. Mi impresión es que su análisis tiene los mismos fallos que hemos venido viendo en los últimos años. Se culpa a la religión del uso que se hace de ella, en vez de culpar a los que la usan inadecuadamente. Ya he mencionado anteriormente que las élites tienen como objetivo único el mantener (y si es posible, incrementar) sus privilegios y su poder en el momento en que les toca vivir y usan todos los medios a su alcance sin ningún tipo de escrúpulos. La religión, en el pasado (como la tecnología y el consumismo en el presente), ha sido un instrumento del que se han valido para conservar e incrementar ese poder, y para ello han tergiversado y manipulado los mensajes de las distintas religiones. 

La mayor parte de las grandes religiones hablan de tolerancia, de amor, de hermandad y en cambio, en su nombre, se han cometido las mayores atrocidades imaginables. ¿Es culpa del mensaje en sí o del que lo usa y lo manipula?

Por contra, se repara poco en los aspectos positivos de las religiones. Es posible que sin ellas estuviéramos todavía viviendo en grupos nómadas de cuarenta o cincuenta individuos, pues nada habría que pudiera aglutinarnos en grupos mayores como lo hicieron las religiones. Se puede discutir si vivir en grupos nómadas reducidos sería mejor que vivir como ahora lo hacemos, pero parece poco discutible que las grandes religiones, para bien y/o para mal, han configurado el mundo tal y como lo conocemos ahora y, desde mi punto de vista, creo que sería injusto decir que solo lo han configurado para mal.

Hay un segundo aspecto de las religiones que Harari toca y en el que tampoco estoy de acuerdo. Él habla de las religiones como “relatos”, es decir, historias ficticias que el homo sapiens se inventa para construir una visión del mundo, de la vida, de la realidad, que le resulte confortable, que dé sentido a su vida y que explique por qué y para qué está aquí. Habla de las religiones, por ejemplo, como un techo muy pesado que no tiene cimientos pues se basa en hechos ficticios que se introducen en las mentes de los niños cuando aún no están suficientemente preparadas y que cuando crecen, se esfuerzan en racionalizar todo ese tenderete mental en el que han basado su vida. Y lo hacen, porque derribar ese techo tan pesado es realmente difícil. 

Por tanto, de un plumazo, machaca las creencias y esperanzas de miles de millones de personas. Pero lo hace con unos razonamientos impecables, justificados y documentados. Poco puede discutírsele en este sentido… salvo quizás que la hipótesis de partida no sea correcta. 

¿Y cuál es la hipótesis de partida? Que todo sea racional o se pueda razonar con nuestros criterios. Supongo que algún lector que haya llegado a este punto habrá soltado una sonora carcajada, puesto que lo que realmente estoy cuestionando es la propia racionalidad, pero dejadme que me explique:

En los últimos siglos nos hemos acostumbrado a los éxitos de la ciencia (sinónimo de racionalidad) y la hemos ido dando cada vez más crédito y me temo que hayamos llegado a un punto en que nos creemos a ciegas todo cuanto dice. Basta afirmar sobre las cosas más increíbles: “esto está demostrado por los científicos” para que se transforme en dogma de fe.

Que conste que no ataco a la ciencia. Tengo formación científica y adoro y defiendo a la ciencia, pero creo que nos estamos pasando respecto a su poder y los límites a los que puede enfrentarse. El problema es que cuando algo no encaja en los parámetros racionales o científicos, directamente o no existe o es radicalmente falso. Es decir, el científico se ha ido haciendo un individuo prepotente cada vez más autoconvencido de las conclusiones a las que va llegando a lo largo de su vida. 

Donde estas afirmaciones son más patentes es en la cosmología. En base a la radiación que percibimos del resto del universo, deducimos su antigüedad, su naturaleza, su composición, su origen, etc, etc. No es que lo que cuestione, no. Solo defiendo que puede haber algo más que somos incapaces de medir, porque o bien aún no tenemos la tecnología adecuada o bien porque haya una imposibilidad física. 

En definitiva: no todo se puede razonar y en este sentido pongo un ejemplo: si Dios hubiera creado el mundo ayer (si es que la palabra ayer tuviera un sentido para Dios), y hubiera puesto en el universo cada molécula, cada átomo, cada quark, cada cuanto de energía (cuanto en el sentido que se le da en la física cuántica) en la posición que estaba ayer, ¿seríamos capaces hoy de distinguirlo? Naturalmente, no. Aunque ayer ninguno de nosotros existiera, hoy tendríamos la certeza en nuestro cerebro de tener nosecuantos años y de haber vivido lo que hemos vivido, porque nuestros recuerdos y conocimientos se habrían creado al mismo tiempo que el resto del universo, es decir, ayer. 

¿Es esto increíble? No mucho más que el hecho de que el universo se creara hace 13.800 millones de años en una gran explosión a la vez que la materia, el tiempo y el espacio. ¿Qué leyes físicas se cumplían entonces? Desde luego ninguna de las que conocemos ahora

No hace falta remontarse al origen científicamente admitido del universo para reconocer que no tenemos ni idea de qué leyes físicas funcionaban entonces, basta con acercarnos a una estrella de neutrones para ver cosas bastante increíbles. Tomemos una cucharadita de café de la materia contenida en una estrella de neutrones (suponiendo que eso fuera posible) y traguémonosla. El contenido de esa cucharita pasaría por nuestro esófago, atravesaría nuestro estómago e intestinos como una exhalación, atravesaría el suelo y llegaría al centro de la Tierra en un movimiento pendular (es decir se pasaría y volvería hacia el centro varias veces hasta que se parara en el centro). Pero ese movimiento de ida hacia el centro no será solo de la cucharita hacia el centro de la Tierra, sino también de la Tierra entera hacia el centro de la cucharita. 

Pero bueno, al menos todavía todo este comportamiento está explicado por la ciencia actual. ¿Pero y dentro de un agujero negro (que es el paso siguiente a una estrella de neutrones)?. En un agujero negro, ni el tiempo, ni la materia, ni el espacio son como los entendemos nosotros. ¿Como son entonces? Ah, no se sabe. Solo sabemos que el tiempo no es el tiempo y el espacio no es el espacio y la materia no es la materia. ¿Qué leyes físicas se aplican? No se sabe. Es posible que no haya leyes físicas o que se escapen a nuestro entendimiento.

Creo que nos hace falta un poquito de humildad. Es un error creer que podemos entenderlo todo y que todo puede ser explicado con nuestros razonamientos lógicos. La lógica no tiene porqué ser de aplicación en todos los ámbitos de la realidad. Creo que fue Einstein quien dijo que una inteligencia no puede entender sistemas de complejidad superior a sí misma, y parece obvio que el universo y la realidad tienen aspectos de complejidad muy superior a nuestra propia inteligencia. 

Para que nos hagamos una idea de lo que quiero decir, pondré un ejemplo trayendo la comparación a nuestro terreno. Supongamos que una hormiga se sube a un Jumbo. ¿Podría la hormiga, moviéndose por su interior entender qué es, para qué sirve y como funciona el Jumbo? Es un poco difícil, porque la respuesta a esas preguntas se halla en un plano distinto a aquel en el que vive la hormiga.

Por tanto, y sin perder el hilo inicial, no todo es racional o razonable o inteligible o como queramos llamarlo para nuestro limitado intelecto. Si eso es así, ¿por qué no podría haber una verdad revelada en la historia del hombre? ¿No es curioso, cuando menos, que en distintos puntos del planeta haya verdades reveladas con más similitudes que diferencias (aunque las guerras se hayan hecho por las diferencias)?

Si esto es así, podríamos llegar a la conclusión de que la razón, que creo haber demostrado que no siempre se puede aplicar por las limitaciones que tiene, podría no ser de utilidad cuando se trata de entender aspectos que trascienden a los puramente físicos que entendemos.

Así pues, creo que en este segundo aspecto del libro, el de tildar de relato ficticio a las religiones, se basa en el principio erróneo de intentar racionalizar algo que no es racionalizable, o dicho de otra manera, la explicación está en un plano superior al que intentamos entender (como la hormiga con el Jumbo…). Y si mi conclusión es válida, los cristianos, los budistas, los musulmanes, los judios, etc, podemos seguir creyendo tranquilamente en lo que creemos, sin miedo de entrar en conflicto con lo que la ciencia y la racionalidad ha creído demostrar.

Resumiendo, este libro me reafirma en mis ideas previas sobre la tecnología de tal forma que si no espabilamos, cualquier máquina va a ser bastante más lista que nosotros, no sólo por su inteligencia creciente sino por nuestra inteligencia menguante y, respecto a la religión, aquellos que la usen para traer algo de esperanza a su vida, que la sigan usando, porque, a mi juicio, Harari intenta demostrar su falsedad en el plano equivocado.

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