Un favor te pido - III

 


  • Sí. Debe interesaros mucho para pagar seiscientos mil euros por el estudio. Mira, Vicente, todos esos cargos, empresas e informes sirven para premiar a los tuyos, garantizar su fidelidad, y… claro asegurarte tu permanencia en el poder pero… la otra cara de la moneda, es que también sirven para aumentar la dependencia que tenéis hacia nosotros. Si hubiérais gestionado con cabeza y austeridad, además de ser más ricos, no podría estar pidiéndote esto porque no tendría con qué amenazaros. 

Dicho de otra manera: Si hubiérais dedicado vuestro esfuerzo a disminuir la deuda, os habríais hecho dueños de vuestro propio destino. Pero, no, el vicio que tienes con el nepotismo, con el enchufismo, te puede. Si no fuera porque eres mi hermano, diría que lo llevas en los genes. Así que debo suponer que es un vicio que has adquirido con el paso del tiempo o que te han contagiado tus vecinos de Villabajo.

  • En el fondo, siempre buscaste eso. Hacer de nosotros tus títeres y que bailáramos a tu son -dijo Vicente, intentando contraatacar.

  • Ya te lo he dicho. No era ese mi objetivo. Fuiste tú el que viniste a verme para pedirme ayuda, pero fuiste un ingenuo si pensabas que los favores no se pagan.

  • Ya os estamos pagando los intereses de la deuda. 

  • ¿Y crees que eso es suficiente? El dinero es solo papel. No hay más que decir al banco central que imprima más. solo tiene que tener cuidado de que tanto papel no dispare la inflación. Os dí la oportunidad de ser independientes pero la habéis desaprovechado. Ahora tendrás que pagarme el favor haciendo lo que te digo o de lo contrario no habrá más dinero. ¿Con qué pagarás las nóminas del año que viene? ¿Con qué pagarás las pensiones? ¿Cómo sostendrás los servicios del ayuntamiento?

  • No serías capaz de hacer eso. Tú… Tú eres ético, te respeto y te admiro por ello.

  • Vicente, no has entendido nada. Estoy eligiendo entre dos niños hambrientos y opto por salvar a mi hijo. Es una decisión difícil pero mi ética no se ve comprometida. Debo lealtad a mi gente, es para quien trabajo y es la que paga mi sueldo.


Vicente hizo una pausa en la que intentó reordenar sus pensamientos, calibrar sus opciones y volvió a hablar:

  • ¿Tengo alguna otra opción?

  • No, que yo sepa. Puedes elegir entre convencer a tus agricultores y ganaderos de que abandonen la producción de los artículos que he mencionado o tratar de calmar al pueblo entero cuando no puedas pagarle las siguientes nóminas y pensiones. Ya te he dicho, además, que si eliges convencer a tus agricultores, habrá dinero para ellos procedente de Villarriba.

  • ¿Tengo que tomar la decisión ahora?

  • Sí. Hoy me he comprometido a darles una solución a los míos. Honestamente, creo que por dura que te parezca la decisión, sin embargo, es fácil saber cual es la mejor. Entre dejar que todo siga como está, con unos pequeños daños colaterales y un cambio a peor en todos los ámbitos, no hay mucho que pensar.


Vicente se echó hacia atrás en el sillón y permaneció callado unos instantes. Luego dijo:

  • Como siempre, no me dejas opción. Hablaré con mis agricultores y ganaderos

  • Magnífico. Os ayudaremos a construir un mensaje creíble y convincente para ellos que no os dé problemas. Además las subvenciones serán un buen argumento. 

  • No sé si será suficiente.

  • Estate tranquilo, Vicente, lo será. Además vuestro sector turístico podrá absorber el paro que todo esto generará. Habéis hecho bien en aprovecharos de vuestro buen clima para crear un sector turístico fuerte.

  • Lo sé. Es una fuente importante de riqueza para nosotros -dijo Vicente

  • Además a nosotros, nos gusta veranear en vuestro pueblo y os dejamos cuantiosas ganancias todos los años.

  • Pero eso, al final, significa desmantelar parte de nuestro sector primario y sustituirlo por turismo. En el fondo eso nos hace más dependientes de vosotros por partida doble. Dependemos más de vuestros productos agrícolas y ganaderos y además dependemos de que vosotros sigais viniendo a veranear aquí.

  • Sí. Es cierto, cualquiera puede verlo. Si quieres evitarlo, solo tenéis que cambiar vuestra política. Apostad por el sector secundario, cread una industria fuerte, meted parte del dinero que os damos en investigación y desarrollo para aumentar la productividad. Cread productos innovadores, eficaces. Desarrollad servicios rentables, procesos optimizados… Hay mil cosas que podéis hacer que aumentarían vuestra independencia de nosotros. Aún estáis a tiempo. Pero para ello tienes que cambiar radicalmente de política, para ello tienes, mejor dicho, tenéis que valorar el esfuerzo y el conocimiento. Deben ser las personas capacitadas, trabajadoras y honradas las que tomen las riendas de vuestras administraciones públicas y de vuestras empresas. No valen los cuñaos que tanto os gusta colocar como presidentes y directores ejecutivos. 



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