El gran desastre III


 Arturo se recostó en el respaldo del sillón y pareció meditar durante unos instantes antes de continuar hablando

  • Mira, te voy a poner un ejemplo. Tienes una fábrica de peines que fabrica un millón de peines al año. Juntando todos los costes de fabricación y restantes, cada peine te cuesta 50 céntimos y lo vendes por 1 euro. Al final del año has ganado 500.000 euros, ¿no?

Vicente, tras una breve pausa, dijo

  • Eso parece

  • Perfecto. Como dueño de la empresa, ¿cuál sería tu objetivo?

  • Ganar más.

  • Efectivamente. Tu objetivo sería ganar más, no subir el precio de los peines

  • Ya, pero para ganar más tendré que subir el precio de los peines 

  • No está claro porque estás en un mercado abierto, si subes el precio de los peines, lo mismo vendes menos porque se los compran a la competencia y al final ganas menos que antes de subir el precio.

  • ¿Tendría que bajarlo, acaso?

  • Pues no lo sé. Eso es lo que estoy intentando decirte, que no es una decisión que podamos tomar tú o yo. Es una decisión que debe tomar la gente que sabe después de analizar el máximo número de factores posible. Además ya has olvidado tu objetivo. Tu objetivo era ganar más, no tocar los precios. El precio del peine es solo una herramienta que está a tu alcance pero que puedes usar… o no. 

Arturo continuó

  • Si tu objetivo es ganar más puedes hacerlo incrementando los ingresos o…

  • Reduciendo los gastos - terminó Vicente.

  • Efectivamente, reduciendo los gastos -dijo Arturo- Y tus gastos van a ser fundamentalmente... 

  • Personal, materias primas y edificio -interrumpió Vicente-. Te recuerdo que hemos estudiado en la misma universidad, aunque tu sacaras mejores notas que yo.

  • Era fácil. Tú ni estudiabas, ni ibas a clase… 

  • Y aquí me tienes, ganando más que tú -dijo Vicente

  • Es posible, a costa de tus convecinos. Pero no me cambies el tema. Efectivamente, tus gastos serán, simplificando mucho, personal, proveedores y edificios. Así que puedes bajar el sueldo a tus empleados, hablar con los proveedores para que te vendan más barato o por ejemplo poner placas solares en el tejado de la fábrica para que la electricidad te salga gratis.

  • Sí, pero si bajo el sueldo a los empleados, lo mismo se desmotivan y fabrican menos.

  • Cierto y si obligas a los proveedores a venderte mucho más barato, puede que lo hagan, pero te bajan la calidad, tus clientes se dan cuenta y dejan de comprarte los peines.

  • O sea, que mejor que no toque nada -concluyó Vicente.

  • O sí, pero tiene riesgos y habría que analizarlos con detalle. De nuevo, no es una decisión que podamos tomar así de pronto. Necesitamos a expertos que lo analicen. Lo que sí parece una decisión de poco riesgo es la de poner placas solares, porque no afecta a ninguno de mis factores productivos. Es solo que tengo que hacer una inversión, pero que es rentable desde el minuto uno. No sé si ves por donde voy

  • Creo que sí, ¿quieres decir que dediquemos parte del dinero que recibamos a hacer inversiones productivas?

  • Lo has pillado -contestó Arturo-. Puedes coger el dinero y ponerte a levantar aceras y luego volverlas a tapar. Es cierto que mueves la economía, pagas salarios de gente que luego pagarán impuestos, pero cuando hayas acabado la obra estarás igual que antes solo que con menos dinero. Solo has conseguido comprar tiempo. No has comprado el futuro.


Arturo hizo una pausa y luego continuó.

  • Volviendo a nuestro ejemplo de la fábrica de peines, ¿te imaginas al comité de dirección reunidos en su lujosa sala del consejo y votando democráticamente el precio que hay que poner a los peines, el sueldo que hay que dar a los trabajadores o el recorte que hay que imponer a los proveedores? ¿Te imaginas una urna en el centro en el que cada consejero o directivo mete un papel con el precio del peine y a un secretario que cuenta los votos y luego hace la media?

  • Hombre, pues no -respondió con seguridad Vicente.

  • Claro que no. Los expertos harán un informe a la dirección, habrán hecho un concienzudo análisis de la situación, habrán hecho montones de gráficas que ponen el beneficio en función de muchas variables y habrán obtenido un precio óptimo en el cual se obtiene el máximo beneficio, así como un conjunto de recomendaciones de reducción de gastos, algunos de los cuales exigen inversión, y otros son simplemente el resultado de analizar el beneficio que se obtiene con cada gasto y proponen eliminar aquellos gastos que aportan menos beneficio. Lo mismo tienen suscripciones a revistas que nadie lee desde tiempos inmemoriales o un edificio en las afueras que ya no se usa pero por el que hay que pagar impuestos o… mil cosas.

  • ¿Qué me estás proponiendo entonces? No sé si te sigo


Arturo se acercó a Vicente y le dijo con rotundidad:

  • Quiero ese informe de los expertos respaldado por vosotros. Si queréis más dinero, tendréis que demostrar que podeis devolverlo y es así como se demuestra. Diciendo qué revistas a las que estáis suscritos os vais a borrar, qué edificios que no usáis vais a vender, qué placas solares vais a poner y por último qué impuestos vais a fijar para conseguir aumentar la recaudación. Es posible que tengáis que subirlos o es posible que tengáis que bajarlos. Ese estudio, que será analizado por nuestros expertos, debe justificar también la posible subida de impuestos teniendo en cuenta el posible parón de la economía o por el contrario la bajada, teniendo en cuenta la posible reducción de ingresos. Necesitaremos un plan serio, no un papel que diga que seréis buenos y que, gracias a una gestión profesional del dinero, podréis devolvernos el préstamo.

  • Eso requerirá tiempo.

  • No lo dudo, pero tienes muchos empleados en el ayuntamiento capaces de hacer algo así. Tienes mucha gente capacitada. Lo que no sé es si los tienes haciendo algo provechoso o los tienes haciendo informes y estadísticas que luego nadie mira y que van directamente a la papelera.

  • Todos realizan un trabajo útil -dijo Vicente



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