Soluciones simples para problemas complejos


 South Park es una serie de dibujos animados estadounidense que comenzó a emitirse en 1.997, llena de lenguaje soez y dirigida solo al público adulto, porque se supone que es capaz de ver los episodios con un cierto espíritu crítico. De hecho, en el comienzo de cada capítulo, lo advierten y te recomiendan que NO lo veas. 

Yo creo que más que dedicado al público adulto, está dedicado a mentes maduras, que no es lo mismo que mentes adultas. 


Si los episodios se ven con espíritu crítico y no en plan esponja que absorbe cualquier cosa, hay considerables lecciones y crítica social que son dignas de mencionar. 

Recuerdo un episodio en el que uno de los niños protagonistas, que está bastante gordo, muestra ciertas dificultades para caminar y su amigo le dice algo así: “Cartman, esto no puede seguir así, tienes que hacer algo” y Cartman le contesta: “Tienes razón. Voy a hacer algo”. Y en la siguiente escena se ve a Cartman montado en una silla de ruedas motorizada.

El episodio no tiene desperdicio porque continúa haciendo una crítica a la estúpida sociedad americana que se mueve en torno a soluciones simplonas que a su vez generan problemas cada vez más complejos. 


No nos hagamos ilusiones porque la sociedad española es como la americana, solo que retrasada unos diez años. Como el capítulo al que hago referencia, tiene quince años o más, hace tiempo que la sociedad española llegó al mismo grado de estupidez. Y con nuestra habilidad para ser de los primeros en las cosas malas, me temo que lo estemos superando.


El bienintencionado amigo de Cartman le quería decir que debía reducir su obesidad que ya le estaba dando problemas para caminar. Y se refería seguramente a que tenía que hacer el esfuerzo de hacer más ejercicio físico y comer menos (o al menos, mejor), pero Cartman, se compró una silla de ruedas que resolvía el problema de caminar instantáneamente, pero que prolongaba y agudizaba el problema, a la vez que generaba otros que son parodiados en el mismo episodio.


Este tipo de soluciones son las que reinan en nuestra sociedad infantilizada y desnutrida mentalmente. No se trata a sus miembros como adultos responsables de su destino sino como meros figurantes de una opereta cuyo guión lo están escribiendo otros. 

Y es que para influir en el propio destino se requiere esfuerzo algo proscrito en la sociedad actual.


Traigo a colación el ejemplo de South Park porque durante estos días se está mencionando la delicada salud mental de la sociedad española. La pandemia ha traído las famosas tres crisis con las que se les llena la boca a los políticos: la crisis sanitaria, la económica y la social. Ellos dicen que esas tres crisis han traído una nueva en la salud mental de los españoles y se basan en las cifras: los suicidios se han multiplicado por nosecuantos y además somos los primeros consumidores de antidepresivos y ansiolíticos de toda Europa (¿veis como siempre que somos los primeros, nunca es en algo bueno?) .

Antes o después se pondrán a trabajar en ello porque está siendo algo escandaloso. Si consiguen ponerse de acuerdo, cosa que dudo porque ni con la pandemia (en la que estuvieron y están en juego cientos de miles de vidas) lo han conseguido, su solución estará a la altura de la de South Park: poner a disposición de los afectados sillas de ruedas.


Sillas de ruedas que traducido al problema actual se transforman en más pastillas, más ansiolíticos y es posible que hasta más psiquiatras y psicólogos. Evidentemente esta solución es mejor que nada, pero ¿ataca la raíz del problema? ¿es capaz de resolverlo a futuro? ¿mejorará la salud mental de la sociedad española?

No. Es un parche para seguir tirando, como la silla de ruedas de Cartman.


¿Cuál sería la solución entonces? Aquí podemos proponer una batería de medidas, unas tan sencillas como dejar de hacer algo y otras en las que se sugiere hacer cosas, seguro que es posible encontrar muchas más..


  1. Dejar de patrocinar y de incentivar la estulticia

Para dejar claro lo que quiero decir, definiré estulticia: Ignorancia, necedad o estupidez de una persona. Pues bien, la estulticia se promociona tanto desde los poderes públicos como desde los medios de comunicación, de tal forma que ya casi el conjunto de la sociedad estamos sumidos en la estupidez, la ignorancia y la necedad. 

Y ¿como se incentiva la estulticia desde los poderes públicos? Muy sencillo: poniendo al mando de mogollón de funcionarios competentes, inteligentes y que han accedido al puesto a través de un duro examen llamado oposición (tal es la dificultad del examen) a individuos necios e incompetentes que han accedido al puesto a través de la gracia divina otorgada mediante el dedo de un político, a su vez más necio aún. Como es obvio, los funcionarios mandados por incompetentes no pueden hacer nada. Es que si hicieran algo sensato podrían ser defenestrados.

¿Como se promociona la estulticia desde los medios de comunicación? Eso no hace falta ni decirlo: Tenemos gran cantidad de programas dedicados a ello, los de cotilleo, los reality shows, incluso hasta algunos informativos que en vez de contarte hechos, te cuentan las noticias ya interpretadas (según el sesgo correspondiente) para que no tengas ni que pensar.


La promoción generalizada de la estulticia en los distintos ámbitos desincentiva el esfuerzo y elimina objetivos vitales entre los más jóvenes. ¿Para qué voy a estudiar y prepararme? ¿Para parecerme a quién, si no hay referentes sociales valorados precisamente por su esfuerzo y sus conocimientos?

Mejor es que no estudie y así podré parecerme al que triunfa en el Gran Hermano o al ministro de nosequé que no es capaz de enlazar varias frases seguidas que tengan sentido.

Curioso como ha evolucionado la palabra ministro. Hace un tiempo, cuando un chico era estudioso e inteligente, se decía: Si este chico sigue así va a llegar a ministro. Ahora si se dan las mismas circunstancias con alguien trabajador e inteligente, automáticamente se piensa: “pobre, jamás saldrá de un trabajo mal pagado y alienante”

No perdamos el hilo porque esto iba de salud mental, y, si eliminamos objetivos vitales con enjundia y los sustituimos por algunos más superficiales como tener un coche más aparente, o disfrutar tomando doscientas cervezas con los amigos, pues la salud mental se resiente. Y no es que esté mal tener un coche mejor o tomar cervezas con los amigos. Es solo que eso no es suficiente para llevar una vida plena y mentalmente sana.


  1. Dejar de meter miedo

No deja de sorprenderme la sorpresa que muestran nuestros políticos ante el deterioro de la salud mental de la sociedad española. ¿Qué esperaban después del tratamiento que han dado a la pandemia?. Desinformación, cambios de opinión, falta de criterio y profesionalidad, desunión entre las distintas administraciones, es decir el caos más absoluto. 

Ese caos se tradujo en una falta de confianza total en los mandatarios. Y si estás en un barco en plena tormenta con olas de diez metros y ves que el capitán del mismo lleva de gorro un barquito de papel, se ha puesto la mano derecha en el pecho y está soplando un matasuegras a la vez que da órdenes, tu confianza en la supervivencia a la tormenta es escasa y lógicamente sientes miedo. Y el miedo es una de la emociones más destructivas que existen porque invalida e imposibilita al interfecto ante cualquier situación. Si ese miedo se prolonga, acaba por intensificarse y hacerse crónico, de tal forma que, al final, ir a por el pan te parece una misión arriesgada y peligrosísima. No digamos entonces buscar un trabajo. 

Pero esto es en lo que refiere a la pandemia. Podemos recordar otros muchos temas cuya explotación estaba dedicada básicamente a la producción de un miedo intenso en la sociedad. 


Si alguna vez se pasa lo del coronavirus, volverán a la carga con el cambio climático (que es un riesgo real, claro está) pero nos lo meterán hasta en la sopa y nos llegaremos a temer que pasado mañana el desierto del Gobi comparado con Madrid será el paraíso terrenal, o si no es esto del cambio climático, será que dentro de poco no habrá dinero para pagar las pensiones, o...

Poca salud mental puede tener alguien lleno de miedo. 


  1. Acabar con la burocracia. 

La burocracia ha transformado nuestra sociedad en un infierno. La ha deshumanizado y ha transformado la frase “No se preocupe que yo se lo arreglo” en esta otra “Lo siento, la ley de Protección de Datos nos impide acceder a sus datos y corregir ese error”. La sensación del ciudadano es que se encuentra inmerso en un descomunal engranaje que nunca se puede parar y si te pilla por medio, te aplastará de forma inevitable. 

Para tener un mínimo de salud mental, el individuo tiene que tener la sensación de que tiene un cierto control sobre su propia vida. ¿Qué control puedes tener si para hacer la más mínima gestión dependes de diez funcionarios y sus correspondientes estados de ánimo y horarios de desayuno? ¿Cómo se puede fomentar el emprendimiento (una de las actividades más ilusionantes que existen) con miles de trabas burocráticas? 

Un emprendedor aquí en España debe tener superpoderes para poder lidiar contra todos los problemas que se encuentra y por si eso fuera poco, lidiar con la envidia del resto si tiene la fortuna de forrarse con su idea (y naturalmente, pedir que se le suban los impuestos).

Así que el común de los mortales, aunque tengamos algún espíritu emprendedor, pero que no poseemos esos superpoderes, nos quedamos quietos esperando que nada malo pase y que las pensiones aguanten hasta que nos toque a nosotros… el que venga detrás que arree.

Poca salud mental puede tener alguien a quien se le va atando las manos poco a poco.


  1. Fomentar la responsabilidad de los ciudadanos. 

A los ciudadanos se nos trata como niños pequeños. Vamos a matizar: A los ciudadanos se nos ha convertido en niños pequeños y luego se nos trata como tales. Es exactamente como en la historia de South Park. ¿Que estás gordo? No pasa nada, yo te pongo una silla de ruedas. No se trata de involucrar al afectado en la resolución de su problema, no. Eso sería muy maduro. 

Proponerle metas, darle herramientas y animarle a que se comprometa a cumplirlas, sería tratarle como adulto. Es decir, darle un cierto control sobre su destino. De nuevo el control sobre la vida influye en la satisfacción personal y en el aumento de la autoestima. Esa que está tan baja en la sociedad española y que provoca que necesitemos ansiolíticos y antidepresivos para aguantar un día más. Un día más en que no nos escuchemos a nosotros mismos y que pase sin dejar huella.


Si junto con los derechos, se fomentara la responsabilidad (es decir, los deberes), otro gallo nos cantaría, porque los ciudadanos nos sentiríamos miembros protagonistas de la sociedad y no meros peones movidos por entes invisibles.

Es la famosa frase de Kennedy “no te preguntes que puede hacer América por tí, pregúntate qué puedes hacer tú por América” o algo así. 


  1. Ilusionar a los ciudadanos

Es decir, justo lo contrario de lo que se hace. Sería proporcionarles la sensación de que todo puede ir a mejor con el esfuerzo conjunto y compartido, no darles la seguridad de que todo empeorará. Hay distintas herramientas que los poderes públicos pueden usar para conseguir este objetivo, por ejemplo la televisión pública

Ya está bien que el único deseo del partido en el gobierno sea controlar las televisiones públicas para hacer propaganda del régimen cual NODO durante la época franquista (y que tan criticado fue posteriormente). Pues exactamente eso es la televisión pública en el momento actual. 

La televisión pública, en cambio, debería ser un servicio público (aunque parezca de perogrullo). Un ente sin ánimo de lucro para para dar un servicio con rentabilidad social. Por ejemplo, un conjunto de contenidos ante el que los padres puedan dejar tranquilamente a los niños estando seguros de que no recibirán mensajes inadecuados y, en cambio, lecciones válidas para su aprendizaje y su inserción positiva en la sociedad.

Hay contenidos útiles: conocer la historia, aprender idiomas, los misterios de las matemáticas… en definitiva, una televisión pública estimulante dando contenidos interesantes desde el punto de vista intelectual, moral y social. Que desincentive las conductas antisociales e intolerantes y facilite la convivencia.

Ese servicio público no debe buscar audiencias compitiendo con las televisiones privadas. Sería buscar un televisión seria en la que confiar, una especie de pacto de estado que no dependa de partidos y que tenga objetivos de largo plazo. 

Muy al contrario de lo que es ahora, un mecanismo de manipulación al servicio de los distintos gobiernos


Hay muchas más formas de ilusionar a los ciudadanos. La televisión es una buena herramienta si en vez de alienar y manipular, entretuviera educando e instruyendo, pero hay más y voy a poner algún ejemplo de los muchos que un buen grupo de trabajo podría idear.


Sabemos que sentirse útil es uno de los pilares del bienestar psicológico. Por eso la búsqueda de actividades útiles para parados y jubilados acorde a sus intereses y conocimientos puede resultar muy positivo al sentirse más útiles. 

Por ejemplo, jubilados que cultivan su trocito de jardín en un parque público y se ilusionan con el nacimiento de una rosa. O profesores jubilados que dan clases particulares a personas sin recursos, o parados que realizan voluntariamente servicios sociales, de tal forma que sienten que ganan dinero en lugar de recibir un subsidio, al tiempo que aprenden y se enriquecen humanamente. 


Ideas como las que acabo de mencionar y que se le pueden ocurrir a un mindundi como yo, seguramente provocarían una mejora en la salud mental colectiva. Imaginemos lo que un grupo de trabajo de expertos podría elucubrar para acometer una renovación positiva de la sociedad civil.


Sin embargo, ningún gobierno de ningún signo las acometería nunca porque, como siempre, una sociedad madura, preparada y consciente, no es manipulable. No se la puede engañar con palabras vacías en las elecciones y su voto no se consigue apelando a las emociones sino al sentido común. 

Una ciudadanía así, al no ser manipulable, busca siempre su propio progreso, el progreso colectivo y no el de unas minorías encumbradas. 

¿A alguien le puede interesar una sociedad así? A las élites, no.


Así que ya nos podemos imaginar cuál será la solución para mejorar la salud mental de los españolitos: Una silla de ruedas… es decir, pastillas subvencionadas y abundantes para todos.

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Monografías de Siguiente Nivel


Compendio de Autoayuda

Trucos ecológicos

Suplantator el Extraterreste

La solución definitiva

Lecciones víricas

Historias de Villarriba y Villabajo

Cuentos de Navidad

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Estos son los objetivos y estos otros los sueños 

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Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. 

Son solo una visión de la realidad. Es poco probable que alguien se encuentre 

en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que 

cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.

Comentarios

  1. Me da la impresión, cada vez que leo y recapacito sobre la deriva con la que nos movemos, si no habremos alcanzado ya el "punto de no-retorno".
    Hay una frase que resuena en mi interior: "¡Confia en Dios, que volverás a alabarlo!".
    Ánimo, volveremos a cantar y relatar las alabanzas a Nuestro Salvador.

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    1. Gracias Miguel por tu comentario. La verdad es que todo parece indicar que hemos alcanzado ese "punto de no retorno". Sin embargo, me imagino que casi todos los habitantes de las distintas edades del hombre habrán tenido esa sensación y luego ha habido ese movimiento pendular que nos ha puesto en el origen. Un movimiento pendular motivado generalmente por acontecimientos externos y no siempre agradables.
      Seguramente, es la sensación que tuvieron nuestros abuelos y tatarabuelos en sus correspondientes épocas y por distintas razones a las actuales.
      Me gusta esa invitación a la esperanza con la que terminas tu comentario. En el post anterior recordé las palabras con las que San Juan Pablo II inició alguno de sus encuentros en España: "No tengáis miedo". Ojala lo consiguiéramos. Si así fuera, nunca perderíamos la esperanza.

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