¿Poseemos algo?


 Podría responder NO, y acabar el post aquí, porque esa es la realidad, pero me esforzaré un poco.

Alguna vez he hecho ya referencia a un texto de Julio Cortázar  “Instrucciones para dar cuerda al reloj”. A mi me encanta ese texto. Realmente dice que somos nosotros los poseídos por las cosas que decimos poseer. Y probablemente es cierto. 

Cada una de las miles de cosas que poseemos nos esclaviza un poco, unas más y otras menos. Multipliquemos ese poco por las miles de cosas que creemos poseer y nos habremos transformado en esclavos del todo.


Reflexionando sobre el tema, llego a la conclusión de que, como siempre, los que saben vivir son los ricos. Si nos fijamos, los ricos no poseen cosas, simplemente las disfrutan. Definitivamente el que hace eso es más sabio, pero claro, tiene el inconveniente de que hay que ser rico para poder hacerlo.

Un rico no tiene una segunda residencia donde ir a pasar una temporada. Simplemente se va a pasar unos días a su mansión de la playa donde sus sirvientes se ocupan de mantenerla en óptimas condiciones todo el año. Allí llega se instala y a disfrutar de las vacaciones.

En cambio, el individuo que con menos posibles posee una segunda residencia, en cuanto llega allí ha de dar el agua, la luz, ponerse a limpiar, reparar las mil cosas que se han estropeado durante el largo período sin uso y, con suerte, cuando se le acaban las vacaciones la casa está más o menos lista para ser habitada y disfrutada. 


Lo mismo pasa con el resto de las cosas, trajes, coches, etc. El rico que se ha comprado un coche por capricho lo disfruta, es decir, toma de él las cosas buenas y las cosas malas: reparaciones, gestiones administrativas, etc que requiere, son realizadas por otro. 


A veces me pregunto si esto no formará parte de la conspiración de la sociedad de consumo para tener al común de los mortales ocupado en cientos de tareas más o menos inútiles y repetitivas que nos alienan y nos paralizan como personas. Estando ocupados en mantener nuestras cosas, la mayor parte de ellas innecesarias, nos olvidamos de objetivos más nobles y acordes a nuestra naturaleza humana, como luchar por una sociedad más justa. 

¿Cómo puede alguien pensar en la correcta distribución de la riqueza o qué puñetas hacemos en la vida si hoy apenas tendremos tiempo para rascarnos las orejas?

Pero es que aunque uno haga un análisis de su situación, descomponga a qué dedica su tiempo, evalúe la necesidad de todas y cada una de las cosas que hace y al final llegue a la conclusión de que es necesario simplificar su vida, descubrirá que es imposible. Hay que tener una conexión a Internet y un teléfono móvil, un coche, una casa donde vivir, un banco donde cobrar la nómina y pagar los recibos, etc, etc con los consiguientes trabajos problemas y deberes que conlleva cada una de esas cosas. 

Es casi peor el remedio que la enfermedad, porque tras el análisis se llega a la conclusión de que es imposible simplificar la vida y por tanto reconoce uno de forma implícita, su propia esclavitud. 


Por si esto fuera poco, la propia sociedad de consumo nos invita siempre a complicarnos un poco más la vida: añade un seguro de esto o de aquello, una plataforma de televisión de pago (o varias, ¿por qué no?), una suscripción para comprar por Internet (o muchas). Te invita a cambiar de operador de telefonía o de gas o de electricidad. 

Y luego, además de estos servicios que se nos venden como formas de “simplificar” nuestra vida (curiosamente muchas entidades hablan de simplicidad cuando se refieren a sus servicios y no te das cuenta de lo complicados que son hasta que los necesitas usar), están los productos dedicados al deleite de los sentidos: Miles de bocados deliciosos, de bebidas refrescantes y alcohólicas. 

La publicidad te convence de que si no los pruebas estás perdiendo algo importante de la vida. De ahí, que la lista de la compra sea un pergamino interminable de kilómetro y medio de longitud y los carros de la compra, una amalgama de formas y colores que luego llenan las despensas y frigoríficos de nuestras cada vez más empequeñecidas viviendas (por la cantidad de cosas que contienen).


Mantener una despensa con muchos tipos de productos distintos, tanto comestibles como de limpieza es complejo, no solo por el tiempo que lleva organizarla y reponerla, sino porque incluso dedicando todo el esfuerzo del mundo, es difícil evitar que algo se caduque.


Por cierto, no sé si os habéis dado cuenta que aprovechándose de que la búsqueda del placer instantáneo está escrita en nuestros genes, la sociedad de consumo ha hecho especial hincapié en las bebidas alcohólicas. De esta manera se ha generado una subcultura de la cerveza como antaño se construyó una subcultura en torno al vino.

Curiosamente no se ha intentado crear una subcultura en torno al zumo de tomate, quizás sea porque el zumo de tomate no achispa a los cinco minutos de comenzar a beber (si no antes), como ocurre con el alcohol.

Y, como siempre, los ricos tienen ventaja: si te achispas con vino peleón eres un borracho, pero si lo haces con vinos caros eres un entendido sibarita valorado por la sociedad. Pasa lo mismo con los licores: ginebras, ron, coñac, etc. No es lo mismo emborracharse con ginebra de garrafón que con una que viene en una preciosa y cara botella. Siempre ha habido clases.


¿Os he convencido de que no poseemos nada? Son las cosas las que nos poseen a nosotros. Es el mundo el que nos posee y nos esclaviza, nos lleva por donde quiere y hace de nosotros lo que desea. ¿Dónde está la libertad entonces? Como no esté dentro de nosotros no sé en qué otro lugar pudiera estar, fuera desde luego, no.

Al menos nos queda eso, la libertad de pensamiento, y que cuando escuchemos los cantos de sirena de la publicidad y de la sociedad en general, sepamos que solo son eso, cantos de sirena que nos conducen a los arrecifes. 

Si al menos somos conscientes de eso, tendremos algún margen de maniobra para ejercer nuestra libertad, es decir, seguir siendo humanos y no borregos.

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Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. 

Son solo una visión de la realidad. Es poco probable que alguien se encuentre 

en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que 

cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.

Comentarios

  1. Cierto, quizás sea como dices, que nuestras auténticas posesiones estén en nuestro interior, pero ocurre que no siempre es fácil encontrarlas.

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    1. Gracias JRR por tu comentario. Para este caso, la teoría es sencilla: las cosas que merecen la pena siempre cuestan esfuerzo. Un saludo

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