Cuatro deciden tu futuro (y el de tus hijos)


 Sí. Cuatro mal contaos son los que deciden como es y como será tu vida y la de tus hijos. No creo que sean necesarias las dos manos para contarlos. La globalización ha disminuido el número de personas que deciden el futuro de la humanidad. 

Antes de la maldita globalización, eran muchos más. No es que eso fuera mejor. Al ser plebe, te da un poco lo mismo ser mandado por un cacique local que por un cacique global. 

Y… reconozcámoslo, ser plebe es estadísticamente mucho más probable que ser cacique, por lo que, independientemente de la época que nos hubiera tocado vivir, seguramente hubiéramos sido plebe.


¿Cuál es la diferencia entonces? La diferencia es que antes un cacique local decidía tu futuro y el de un conjunto limitado de personas cercanas a tí, es decir, tu pueblo, tu comarca o tu región (pero al menos podías cambiarte de país y probar con otros caciques), ahora el cacique global decide el futuro de la humanidad entera (y cambiar de planeta está más difícil) y eso se lo debemos a la globalización. 


Podemos sentir la tentación de pensar que esas personas que deciden el futuro de la humanidad son los presidentes y mandatarios de las grandes potencias económicas y militares… es posible, pero mucho me temo que no, que esos sean lacayos de los otros y lo sean a través del dinero. 


Para los caciques globales, el dinero no es un fin en sí mismo (tienen tanto…), como pueda serlo para el resto de los mortales, el dinero es solo un medio para jugar su partida de ajedrez en la que el tablero es el mundo, los políticos, banqueros y empresarios de los distintos países son los alfiles, caballos y reinas y nosotros, naturalmente, somos los peones. 


Así pues, lo mismo el presidente de los Estados Unidos para estos señores es simplemente una torre en su particular partida de ajedrez.


¿Y en qué me baso para decir todas estas tonterías? En lo que veo. En las últimas décadas en las que la globalización ha avanzado tanto, los requisitos para ser cacique han cambiado ligeramente, aunque en el fondo sigan siendo los mismos de siempre:

Para empezar, proceder de una familia con pasta, mucha pasta y poder (llamémosle poder heredado), segundo, no ser tonto y tercero no tener demasiados escrúpulos.

¿Cuál es el matiz que cambia ahora en los requisitos? El primero de ellos se ha difuminado un poco (aunque sigue siendo muy importante) porque el balance de poder ha sido modificado por Internet. La idea más estrafalaria puede tener un éxito aplastante en la red y convertir a un mindundi en un individuo extra-rico.


A este respecto me hacen gracia las escuelas de negocios cuando estudian el caso de no sé quién y sobre cómo hizo florecer su negocio en la red. Es tan sencillo como que Internet es un campo de pruebas en la que se siembran millones de ideas todos los días, y por alguna razón que todos desconocemos (aunque siempre hay gente que riega unas ideas y pisa otras todos los días) florecen solo algunas. 

Internet es, por tanto, como un gran embudo de ideas de negocio y el tamiz somos nosotros, la plebe (insisto, sin olvidar que hay gente metiendo mano en el tamiz para empujar unas ideas y sacar otras).


El tamiz, por otra parte, es decir, nosotros, ha sido modificado con el paso del tiempo: curiosamente, en la era de la información, se ha ido extrayendo conocimiento (y por tanto inteligencia) y se le ha ido transformando en una masa insulsa que suelta baba por la comisura labial. 

Parece mentira, que ahora, cuando la cultura es más accesible que nunca, sea cuando la ignorancia se extienda por doquier con más facilidad que nunca.


Alguna vez tendremos que dedicar un post a este tema, es decir hablar de la diferencia entre información y conocimiento. Ahora que todos nos creemos muy listos porque poseemos mucha información, pero desgraciadamente, poco conocimiento (de lo cual, por cierto, no somos conscientes).


Bien, como siempre, me desvío. Decía que me baso en lo que veo para decir las tonterías que estáis leyendo. ¿Y qué veo? Veo un grupo reducido de personas hiper-mega-supra ricas que están invirtiendo ingentes cantidades de dinero en lo que les da el punto. Esas inversiones que vemos marcarán el ritmo del futuro.


Para empezar una burrada de dinero se está dedicando a la conquista de Marte, comenzando con la popularización de los viajes espaciales. Si una de las actividades más contaminantes y responsables del efecto invernadero es el viaje en avión que se ha multiplicado por tres en los últimos 20 años en el mundo (con grandes diferencias entre los países desarrollados y los no desarrollados), imaginemos qué pasará si proliferan los viajes en cohete.  

Otra burrada de dinero (miles de millones de dólares) se está gastando en desarrollar entornos de realidad virtual y accesorios asociados, así como avatares indistinguibles de seres humanos auténticos. Imaginad la industria del videojuego que ya mueve una barbaridad de dinero cuando los mundos que se presenten al jugador sean difícilmente distinguibles del real, con unos interfaces (gafas de realidad virtual, trajes de realidad virtual, etc) que permitan interaccionar con ese mundo de una manera absolutamente natural. ¿Somos capaces de imaginar como afectará al cerebro de los jugadores vivir una vida super-excitante en un mundo que no es el nuestro? ¿qué pasará si el jugador compra un juego de violencia extrema (o de sexo extremo) y después de pasarse todos los niveles deja de jugar y vuelve a nuestro aburrido mundo?


La forma en la que se invierten esas burradas de dinero, afecta a como evolucionará el mundo, porque nosotros, por el afán de probar, probaremos, consumiremos todo y nos haremos adictos sin planteamos si adonde nos lleva el conjunto de todas esas cosas probadas, merece la pena. 


Algunos de los super-mega-hiper ricos disfraza algunas de esas actividades bajo el barniz filantrópico, pero oh, casualidad, resulta que luego ellos tienen abultadas inversiones en empresas que se benefician del cambio de tendencia que su misma filantropía impulsa. 


Si realmente tuvieran una ambición filantrópica, ¿por qué no dedican esos miles de millones en acabar con esa pandemia silenciosa pero real que es el cáncer? 

La respuesta está clara: el cáncer hoy se ha convertido en una enfermedad crónica con un tratamiento muy caro de por vida. Un tratamiento caro multiplicado por muchos millones de afectados es mucho dinero. Si se encuentra una cura, adiós ingresos recurrentes de las farmacéuticas.


Sabiendo como sabemos que el dinero es el rey, ¿podemos estar seguros de que la industria farmacéutica es ética y mete el dinero en las líneas de investigación correctas que disminuyen el sufrimiento humano o por el contrario meten el dinero en otras líneas de investigación que aumentan sus beneficios?


Visto así, no parece que tenga mucho sentido que una empresa privada dedique dinero a buscar un tratamiento barato y eficaz para la cura de enfermedades, matando directamente otras líneas de negocio en las que se han acometido cuantiosas inversiones. Aparte del ejemplo de cáncer ya citado, hay otros muchos ejemplos. ¿Merece la pena encontrar un tratamiento para curar la artrosis en un mes, cuando puedes vender analgésicos y antiinflamatorios para el enfermo durante el resto de su vida?


Bajo ese argumento, tendrían que ser organismos públicos los que, guiados por la rentabilidad social y humana, no la económica, investigaran nuevos tratamientos. Pero claro la industria farmacéutica, no estaría por la labor. 

Por eso quizás en España la investigación pública (que se lo digan a los señores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas-CSIC) es una cosa a extinguir.

El CSIC por mencionar algo, es la muestra palpable de como los poderes públicos se pliegan a los intereses privados y como esos cuatro de los que hablaba al principio están diseñando nuestro futuro.


Se está construyendo, gracias a la globalización, un estado supranacional comandado por los mega-super-hiper ricos que con su dinero deciden cómo va a evolucionar nuestra forma de vida.


¿No resulta curioso que la conquista de la luna en Estados Unidos fuera dirigido por un organismo público (la NASA) y ahora la conquista de Marte la esté dirigiendo el sector privado? El sector privado puede ahora aglutinar más recursos que el sector público y queda más que patente. 


¿No resulta curioso que los mismos que nos dicen que debemos dejar de consumir carne para paliar el cambio climático sean los que estén metiendo ingentes cantidades de pasta en el desarrollo de carne artificial?


¿No resulta curioso que los mismos que anunciaban una pandemia vírica sean los que más se están beneficiando de la venta de vacunas? ¿No resulta curioso que sean sus vacunas las que han triunfado a pesar de ser las más caras y las de efectos menos duraderos? ¿No resulta curioso que se hable de terceras dosis cuando no se ha terminado de poner la segunda? ¿No resulta curioso que ya no se hable de medicamentos que curen o palíen la enfermedad y solo se hable de vacunas? 

Llamadme mal pensado pero una cura para el covid se aplicaría exclusivamente a los enfermos y, en cambio, las vacunas se aplican al mundo mundial, ¿qué es más rentable?


Y esto es lo que se ve: hay cuatro que están por encima de los estados (incluyendo USA y Europa) que deciden nuestro futuro. Estos cuatro más China, que por tener la forma de gobierno que tiene, añade otros dos o tres más, y juntos juegan su partida de ajedrez mundial con nosotros. 


Siguiendo el criterio del iceberg, que muestra en superficie solo una décima parte de su tamaño, si todo esto es lo que podemos ver… ¿qué no estará por debajo? 

Podemos imaginar (esto ya no se ve de forma patente como lo anterior) que se ponen y se quitan gobiernos, que se generan tendencias, que se construyen opiniones y estilos de vida mundiales que benefician unos determinados intereses y que desde luego no coinciden con el interés general de la humanidad. 

Esto es realmente grave pues diseñar un estilo de vida para favorecer unos intereses particulares es un torpedo contra la línea de flotación de nuestra libertad.


Queridos lectores, estemos atentos para que no nos hagan comulgar con más ruedas de molino, que ya llevamos tragadas unas cuantas… como muestra un botón, ¿alguien podía suponer hace tan sólo quince años que llevaríamos voluntariamente un dispositivo espía en el bolsillo, que daría no sabemos qué información nuestra a no sabemos quien, que además influiría en nuestra forma de pensar y estilo de vida y por si fuera poco, veríamos raro al que no lo lleva?

Pues eso.

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