Vergüenza, rabia, esperanza

He terminado de leer una novela basada en la Guerra Civil española: Vergüenza, rabia, esperanza de Antonio Sánchez de Moreno. Sumergirse en una etapa de nuestra historia tan dura, tan reciente y saber que nuestros abuelos la vivieron, es siempre impactante. 

La novela es amena y trepidante. Cada página invita a leer la siguiente por lo que se lee en un suspiro. 

Naturalmente, tiene escenas duras, como dura fue nuestra Guerra Civil, pero eso es inevitable si personajes normales se ven inmersos en la barbarie de un tiempo que de forma inexplicable sucedió. Inexplicable porque uno no puede imaginarse como semejantes atrocidades pudieron llegar a considerarse aceptables en un colectivo humano.


Os animo a leerla, no sólo es entretenida, sino didáctica. Creo que nos saca de la zona de confort dentro de nuestra denostada democracia y nos enfrenta a una distopía que, a diferencia de 1.984 de George Orwell, ocurrió, ocurrió aquí y ocurrió no hace mucho.


El argumento podéis leerlo en el enlace que he puesto y yo no incidiré mucho más sobre él. Lo que sí haré, será reflexionar sobre lo que he aprendido leyendo la novela o al menos lo que me ha sugerido.


  • En primer lugar, la novela nos recuerda que los españoles vivimos nuestro propio holocausto durante la guerra Civil y la posguerra. Cientos de miles de personas de ambos bandos (muchos de ellos ni pudieron elegir el bando por el que tenían que luchar) sufrieron y murieron en esa guerra fratricida y otros muchos murieron en la posguerra víctimas de la represión de los vencedores, en ocasiones, como se describe en la novela, sólo por tener alguna relación con alguien considerado peligroso para el régimen.  

Fue todo tan atroz, que cualquier atisbo de separación de la sociedad en bandos, debería ponerse en cuarentena rápidamente. Mucho me temo que, lejos de eso, se esté alentando, ignorantes (por el desconocimiento actual de la Historia), de que se juega con fuego.

Leer novelas como Vergüenza, rabia, esperanza son realmente un antídoto que nos recuerda el gravísimo peligro de la separación en bandos irreconciliables. Es nuestra obligación poner todo de nuestra parte para que nunca, nunca se repita un episodio tan lamentable. 

Sabemos que los que no conocen la historia están obligados a repetirla y la novela de Antonio Sánchez de Moreno es una forma de recordarla.


  • En segundo lugar, la novela nos enseña a apreciar la democracia. No sabemos lo que tenemos. Nuestra democracia es muy mejorable, naturalmente, pero nos otorga unos derechos y libertades que por tenerlos desde hace ya más de cuarenta años, no les damos valor. 

Deberíamos reflexionar periódicamente sobre el valor de lo que tenemos. Esta novela nos sitúa en un tiempo en que los derechos humanos, tal como la ONU los definió, no existían. Cuando terminas de leer la novela, piensas: Vivo en un paraíso.


  • Tercero: estar atentos a los totalitarismos. Franco accedió al poder a través de un golpe de estado, pero Hitler lo hizo en unas elecciones. 

En este blog siempre digo lo mismo. Una vacuna de efectos comprobados contra los totalitarismos es la cultura. Cuando una persona se ha preocupado de cultivarse, de reflexionar, es bastante inmune a ideas, que de forma imperceptible, nos limitan la libertad. 


Esa es la razón por la que los totalitarismos desean controlar de forma eficaz la información. 

No nos podemos considerar a salvo de los totalitarismos nunca. No importa el signo del totalitarismo (ya sea izquierdas o derechas) el objetivo es siempre el mismo: ostentar el poder y controlar a las masas. La única diferencia entre ellos son las ideas que se transmiten a las masas para conseguir sus objetivos.


Insisto en que hay que estar atentos a los totalitarismos, sobre todo porque aplican el principio de la rana, que como sabéis consiste en calentar el agua poco a poco hasta que la rana se cuece sin enterarse, en lugar de echarle agua hirviendo de repente.

En este sentido, en la actualidad me preocupa “lo políticamente correcto”, porque creo que en base a esas tres palabras se está empezando a cercenar la libertad. Hay una censura encubierta y circulan unas ideas que se consideran “buenas” frente a otras que se consideran “malas”. 

Las ideas son solo eso: ideas. Es el oyente el que debe decidir si son buenas o malas. Para juzgarlas debe tener información y cultura, pero nunca recibirlas ya clasificadas como se pretende hoy en día. 

 

  • Cuarto: El estado de derecho. Afortunadamente la mayor parte de nosotros ya hemos crecido y vivido en un estado de derecho. No le damos importancia porque es lo normal, incluso algunos ni sabemos lo que significa. Significa, ni más ni menos, que todos somos inocentes del crimen que se nos pudiera acusar hasta que se demuestre lo contrario.


Este hecho ha puesto en la calle a criminales sobre los que no se ha encontrado las suficientes pruebas fehacientes de su delito. Eso, que tanto nos indigna en muchas ocasiones, es la garantía, a su vez, de que no se nos acusará y condenará sin las pruebas suficientes. 

No critiquemos con tanta alegría a los jueces, que en la mayor parte de las ocasiones son profesionales serios que solo hacen su trabajo en función de las leyes que tienen que aplicar y los hechos y pruebas de los que disponen.

En la novela se ve claramente la ausencia del estado de derecho: era el acusado el que, sin medios (estaba en la cárcel), debía demostrar su propia inocencia. Tarea imposible, por lo que la mayor parte de ellos eran condenados a muerte o a la cárcel sin posibilidad de defensa, cuando una gran mayoría no sabía ni de qué les hablaban cuando les contaban los crímenes que habían cometido.


Tengo entendido que en la actualidad hay algunas leyes que suspenden la presunción de inocencia (y por tanto el estado de derecho). No soy un experto, pero sugiero estar atento, no sea que poco a poco, como a la rana, no estén cociendo poco a poco, por un lado limitando libertades con “lo políticamente correcto” y suprimiendo en determinadas situaciones “la presunción de inocencia” en base a una justificación o utilidad social.


Dejaré a la imaginación del lector sobre qué tipo de leyes hablo. No las menciono en base a “lo políticamente correcto”.


Lo que sí mencionaré es la limitación de derechos que nos ha supuesto la crisis sanitaria del coronavirus. No las de sentido común, como por ejemplo.no reunirnos para limitar la extensión del virus, pero sí la de limitarnos el derecho de ir al médico o relacionarnos con las administraciones públicas. Confiemos que se recuperen cuando se supere la crisis y no sea un vicio adquirido que permanezca. De momento, el virus ha sido la excusa para no atender adecuadamente a los ciudadanos en muchos de los servicios públicos que estamos pagando con nuestros impuestos (y no solo me refiero a la atención médica).


La tercera parte de la novela es la más amable: Esperanza. Es fácil que se te humedezcan los ojos leyéndola (también hay escenas muy emotivas en las partes anteriores, pero por otras razones). 


La llegada de la democracia trajo la esperanza a los españoles. Fue una etapa de ilusión y esperanza a pesar de la la crisis económica y el lastre del terrorismo. La esperanza y el optimismo presidió toda la transición. 

Hoy, casi 43 años después de la aprobación de nuestra Constitución, que ha traído el periodo de paz más largo de la historia de España, los políticos actuales son incapaces de transmitir un ápice de ilusión y esperanza a los ciudadanos. 


Si empezamos a estar convencidos de que nuestros hijos vivirán peor que nosotros, ¿Dónde queda hoy la esperanza?

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en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que 

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Comentarios

  1. Profundas reflexiones muy acertadas.

    Un abrazo.

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  2. Vengo del blog de Isa.
    Lo políticamente correcto es una gran cárcel y las restricciones de derechos fundamentales, jaleadas por la multitud, con motivo del coronavirus dan pavor.
    A mucha gente que las propugna solo les falta decir Heil Hitler.

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