Dogmas, dogmas, dogmas

 

No es inusual que los que se consideran racionalistas ridiculicen o directamente se rían de dogmas existentes. Más aún cuando se reconocen como dogmas propiamente dichos

Para empezar, recordemos que dogma es según el diccionario: Punto esencial de una religión, una doctrina o un sistema de pensamiento que se tiene por cierto y que no puede ponerse en duda dentro de su sistema.

Vemos que no sólo se aplican a religiones sino también a sistemas de pensamiento. 

Por ejemplo, en el propio racionalismo, si se cree que todo se puede razonar, y no se puede cuestionar ese hecho, se cae en un dogma. Así pues, el racionalismo también puede ser dogmático.


Y es que dentro del propio racionalismo hay otros dogmas o temas que, a pesar de ser indemostrables, no se pueden cuestionar, por ejemplo, algunos que se me han ocurrido: 

  1. Las leyes físicas siempre se cumplen, se han cumplido y se cumplirán (cuando no está nada claro qué leyes funcionaban en el big bang o antes, si es que había leyes)

  2. El principio de causalidad, a cada efecto le precede una causa (cuando si vamos retrocediendo ad infinitum, alguna vez nos encontraríamos un efecto sin causa, o como ya Leibniz pensaba, que las causas sean tan complejas que permanezcan ocultas para nosotros).

  3. La lógica siempre puede usarse para interpretar la realidad (cuando hay multitud de ejemplos en los que la lógica falla).

  4. Otro dogma, al que me he permitido hasta darle nombre. El principio de exclusión por el que cualquier persona que se adhiere a una etiqueta de forma consciente o inconsciente, excluye ideas claramente etiquetadas con otra forma de pensamiento. Por ejemplo, si uno se considera racionalista, no puede incluir ideas cristianas porque traicionan su forma de pensamiento. Dicho de otra manera, uno no puede ser 70% cristiano, 40% racional, 30% de izquierdas, 25% de derechas, 30% evolucionista, 20% creacionista, etc, etc.


En el dogma 4, si sumamos los porcentajes veremos que suman más de cien. Eso es posible porque la personalidad humana no es exacta, no es matemática, no es lógica. Si la personalidad humana fuera lógica, se podrían predecir los comportamientos individuales de las personas, y que yo sepa, no se ha logrado. Todo lo más se logra predecir o provocar los movimientos de grupos de personas a través de la ingeniería social. 

Es exactamente la misma situación que provocamos con un ventilador. Con él podemos asegurar un flujo de aire en una dirección pero no podemos predecir el comportamiento de cada una de las moléculas que componen el flujo.


Una vez que los dogmas se aceptan, se puede desarrollar un cuerpo racional de pensamiento basado en ellos. Por ejemplo, sesudos filósofos cristianos han dado a lo largo de la historia un cuerpo racional partiendo de las premisas no racionales de la creencia en Dios y la fe cristiana. Filosofías que si las leyéramos (cosa poco probable en estos tiempos), nos dejarían estupefactos por la profundidad, y la impecable racionalidad de sus conclusiones. Autores como San Agustín o Santo Tomás de Aquino han marcado durante siglos las tendencias filosóficas europeas. 

Sin embargo, esta filosofía cayó en desuso y, quizás por su predominancia durante tantos siglos, fueron atacadas frontalmente y, de nuevo, sesudos filósofos, cincuenta veces más listos que nosotros (bueno, al menos que yo), han cuestionado las creencias cristianas, en muchos casos ridiculizándolas, por no ser capaces de resistir un análisis racional serio. 


Lo primero que podríamos argumentar contra estos filósofos, por muy listos y cultos que sean, es que están intentando racionalizar algo que no lo es y lo segundo, que las imágenes o parábolas que se usan para transmitir ideas, pueden ser más o menos válidas en las distintas épocas (no olvidemos que el cristianismo tiene más de 2000 años) pero para el que quiere escuchar y creer, el mensaje sigue estando claro en todas y cada una de esas épocas. 

Naturalmente, para el que no desea creer, no tiene más que recordar cuántas veces él ha visto transformarse el agua en vino y aferrarse al dogma de que no se pueden contravenir las leyes físicas y concluir que el episodio de las Bodas de Caná, que describen los Evangelios cristianos, son una pamplina.


Y para ilustrar todos estos argumentos, tomemos un ejemplo. El dogma católico de la Inmaculada concepción de María, que aunque los racionalistas lo ignoren, tiene su base racional, con sus premisas, su análisis y sus inferencias lógicas derivadas de lo anterior.

Premisas: Dios existe y es omnipotente. Dios se hizo hombre para salvar a la humanidad

Análisis: es conveniente que la elegida como madre de Dios en la tierra sea alguien perfecto, sin pecado

Inferencias: Si conviene que sea sin pecado y Dios pudo hacerlo porque es omnipotente, se infiere que la Virgen María nació sin pecado.


El mismo hecho analizado por un racionalista ateo:

Premisas: Dios no existe

Inferencias: si Dios no existe, no se puede hacer hombre, la madre de Dios no existe, el pecado (contravenir los deseos de Dios) no existe y combinar esas ideas no tiene sentido


Como vemos, la diferencia radica en las premisas, que por otra parte, ni en un caso, ni en el otro, son racionalmente demostrables.


Así pues, coger un texto de los Evangelios cristianos (como hace Bertrand Russell en su Porque no soy cristiano, por ejemplo) y escudriñarlo racionalmente sin tener en cuenta las premisas ni los objetivos, tiene tanto sentido como usar la versátil y útil navaja suiza para arreglar la hoja de un libro que se ha despegado. 

La razón, como la navaja suiza, puede ser muy útil, pero no vale para todo.


Sugiero ser tolerantes y respetuosos con los dogmas de los demás porque es posible que hasta los que nos consideremos más racionales y libres de dogmas, a poco que analizáramos nuestra forma de pensar (lo cual ya sería en sí mismo un profundo éxito), estemos llenos de ellos.


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