Ya llegó el fin del mundo -4-


 

Marisa respondió inmediatamente y con una cierta indignación.


  • Claro que algo de razón tiene. Pero hemos progresado, ¿sabes? -dijo Marisa- no vamos a vivir como hace cuarenta años. Y puestos a retroceder… ¿por qué no retrocedemos a la época de las cavernas? En aquella época la huella ecológica del ser humano era prácticamente inexistente.

  • Lo explica el Capitán Climamuerto. Se trata de llegar a un compromiso que haga que nuestra vida en el planeta sea sostenible pero que a la vez nos dé ciertas comodidades. Por eso ha elegido los años ochenta. Él los vivió y considera que el nivel de vida de entonces ya era razonable y bastante más respetuoso con la Tierra

  • Te has visto todos sus vídeos, por lo que veo. Vamos que te falta esto para hacerte ochentariano -dijo Marisa mientras con sus dedos marcaba una distancia mínima.

  • Bueno, quizás no haya que llegar al extremo de comportarse en todo como si fuera una religión en la que si no cumples alguno de los preceptos, te excomulgan.

  • Pero… 

  • Pero podemos estudiar la forma de vida de entonces y realizar pequeños cambios. Un pequeño cambio multiplicado por casi ocho mil millones de personas que somos en el planeta es un gran cambio.

  • Bueno, no cuentes con la gente del tercer mundo. Esa pobre gente contamina más bien poco aunque sufra las consecuencias de nuestra contaminación -añadió Marisa

  • Sí. Tienes razón. -dijo Luis- Con que los habitantes del primer mundo hiciéramos unos pequeños cambios sería suficiente. -Y luego cambiando de entonación, añadió- ¿Y qué opinas de lo de las cápsulas de café?

  • Que hacen unos cafés riquísimos y variados y no se tarda nada en hacerlos. No ensucian nada. Todo comodidad y ventajas.

  • Bueno, no todo. Ya lo ha dicho el Capitán Climamuerto. Son muy contaminantes. Hay que fabricar los miles de millones de cápsulas con plásticos o aluminio, hay que transportarlas hasta los lugares en los que se envasa la minúscula cantidad de café que llevan, luego empaquetarlos en grupos de dieciséis. Por cierto, ¿por qué dieciseis? ¿es un número mágico?

  • No sé -respondió Marisa- Tal vez es para que no puedas calcular de cabeza fácilmente el precio de cada café.

  • Interesante respuesta -dijo Luis- Pero no había terminado con mi argumento…

  • No hace falta que sigas, el resto lo sabemos todo -y Marisa continuó como si estuviera rezando una letanía- Una vez empaquetados, transportarlos en barcos, camiones, aviones, furgonetas, etc hasta los puntos de venta, luego una vez consumidos se echan a los vertederos y la mezcla de café y plástico se queda ahí por los siglos de los siglos.

  • Salvo si los reciclas -dijo esta vez Luis poniéndose del lado del consumidor actual- 

  • Bah, una pequeñísima parte -reconoció Marisa.

  • Bien, entonces eres consciente de todo su poder contaminante, ¿no?

  • Claro, todos lo somos.

  • ¿Por qué seguimos consumiéndolo, entonces? -preguntó Luis

  • ¿Porque están buenos, se preparan rápido y salen más baratos que un café en un bar?

  • Lo del precio es otra cosa buena -siguió Luis- ¿no te parece que está elegido precisamente para eso? Para que sea bastante más barato que el de un bar, no porque sea el coste de la materia prima más el margen del fabricante y el vendedor.

  • ¿Qué quieres decir? -preguntó Marisa

  • Que si haces cuentas, el kilo de café en cápsulas te sale más o menos por cincuenta euros, mientras que el café en grano lo encuentras por menos de diez. Es decir, han elegido el precio de las cápsulas en función de lo que nos puede ser razonable pagar, no por lo que les cuesta las materias primas.

  • Eso es una práctica habitual, ¿no? -dijo Marisa- ¿o es que el precio del perfume se elige en función de lo que cuesta fabricarlo?

  • Sí, tienes razón, pero a lo que voy. Ganan un huevo en cada cápsula de café que venden

  • Lógico, para eso las han inventado, fabricado y vendido. Le dieron al coco, metieron un montón de pasta en los laboratorios, hicieron un montón de pruebas, diseñaron las cafeteras, etc, etc. Justo es que ganen pasta con cada cápsula.

  • Pero bastante…

  • Bueno, se lo merecen -insistió Marisa.

  • No digo que no se lo merezcan. Es obvio que ellos han hecho bien su trabajo que consiste en inventar productos, ponerlos en el mercado y ganar dinero con ellos. Pero ¿y nosotros?¿hemos hecho bien el nuestro?

  • ¿Y cuál es nuestro trabajo según tú?

  • Joder, somos seres pensantes, o deberíamos serlo -contestó Luis-. Como consumidores no tenemos que consumir todo lo que las marcas nos vendan solo porque esté bueno, sea fácil de preparar y a un precio razonable. Somos nosotros los que tenemos que educar a las marcas en lo que queremos consumir. Las marcas inventarán siempre productos fáciles de vender, que den gustito al consumidor y a un precio que pueda pagar. Pero no por eso tenemos que comprarlos. Tenemos cabeza y deberíamos saber si podemos permitirnos un uso continuado y masivo de cada producto. El chocolate está bueno, pero todos sabemos que si comemos chocolate a mansalva nos ponemos hechos una foca, lo cual agradaría muchísimo a los fabricantes de chocolate. Con esto pasa lo mismo, lo que pasa es que el efecto no es ponernos gordos, sino dejar el planeta hecho unos zorros. Pero claro,... como la consecuencia no es inmediata ni vemos la relación causa-efecto...

  • Creo que le estás pidiendo mucho a la sociedad actual -concluyó Marisa.

  • De eso se trata, tenemos que pedirnos mucho más 


(Continúa)


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