Lo que el pan de molde nos enseña

 No sé si al comprar pan de molde os habéis fijado en algunas cosas curiosas: Por ejemplo, el pan integral suele venir en paquetes más pequeños y son más caros por lo que el precio por kilo es significativamente superior. 

El pan integral es más desagradable que el blanco, y yo diría que tiene costes inferiores al pan blanco pues para preparar este último hay que quitar el salvado del cereal, es decir la cáscara. En el pan integral ese paso se evita. Sin embargo, el pan integral es más caro que el blanco, ¿por qué? 

Evidentemente porque el que come pan integral lo hace por motivos de salud, así que… que lo pague


Esta actitud es extrapolable a todos los alimentos saludables que siempre tienen un precio significativamente más alto que los que no lo son. Y no sólo porque en algunos casos tengan unos costes de producción superiores sino porque el fabricante y distribuidor le añade unos márgenes de beneficios mayores.

La consecuencia es evidente: sólo las personas con un poder adquisitivo alto pueden consumir productos saludables y la gran masa nos envenenamos con productos cutres provocando una morbilidad que colapsa los sistemas de salud y dispara sus costes. 

De alguna manera es como si se estuviera haciendo una transferencia de fondos desde los sistemas de salud pública a la cuenta de resultados de las empresas de alimentación.


¿Cuánto duraría una empresa de alimentación que tuviera como objetivo ofrecer solo productos saludables a sus clientes a un precio razonable con un margen comercial justo? 

Pues el tiempo que tardaran en gastarse sus reservas financieras porque no entraría nunca en beneficios.

¿No sería la misión de un ministerio de sanidad fomentar hábitos que mejoraran la salud del ciudadano y por tanto, incentivar la existencia de este tipo de empresas? Imposible porque las multinacionales dedican un presupuesto importante a incrementar su influencia en los organismos políticos para defender sus intereses y cualquiera que amenace su liderazgo debe ser eliminado.


Porque ¿para qué otra cosa podría servir un ministerio de sanidad en un país en el que la competencia de sanidad está transferida a las comunidades autónomas?

Podría, ciertamente, además de fomentar hábitos saludables entre los ciudadanos exigir un mínimo de calidad a las autonomías siguiendo unos indicadores objetivos (listas de espera, satisfacción del paciente, tiempo medio de espera en urgencias, tardanza en la cita del médico de cabecera…) y las comunidades no cumplidoras, imponerles algún tipo de multa o penalización que repercutiera de alguna forma sobre los gestores…  Hay tantas cosas que podría hacer un ministerio de sanidad usando el sentido común…


Volviendo al pan de molde, si elegimos el pan blanco de toda la vida, es más barato y viene en mayor cantidad que el resto de los tipos de pan de molde.

Si elegimos el pan sin corteza, resulta que viene en paquetes que son la mitad del pan blanco y encima cuestan como un 20% más.


A mí esto me resulta curioso. Pasar las rebanadas por unas cuchillas que le quitan la corteza, les permite presentar al consumidor un producto que cuesta bastante más del doble. Encima el fabricante obtiene un subproducto, la corteza que, si es listo, algo hará con ella que le produzca beneficio.


Aunque parezca inofensivo todo esto que estoy contando, es el reflejo de una tendencia de fondo de nuestra sociedad.

Primero la búsqueda de la comodidad y el refinamiento hasta límites absurdos y el intento de promover estas conductas para sacar provecho de ellas.

A ver, ¿tanta diferencia hay entre la miga y la corteza del pan de molde cuando pegas un bocado? Y si tanto te disgusta la corteza, ¿tanto te cuesta coger un cuchillo y quitarla?


Antes la gente compraba herramientas para no depender de electricistas, fontaneros, carpinteros, etc y ahora se tiran a la basura porque no se usan. Antes se compraban los ingredientes alimenticios por separado y se mezclaban en un arte que se llamaba cocina y ahora se compran los productos listos para comer y se llaman precocinados. Si quieres comer algo más sofisticado, para eso están los restaurantes y se llama gastronomía.


Nos hemos vuelto todos unos marqueses con criados por doquier, olvidando que no hace tanto (quizás cincuenta o sesenta años) había gente en algunas partes de España que se daba con un canto en los dientes si podía echarse a la boca un trozo de pan duro.

Mi impresión es que en no muchos años los pisos se venderán sin cocina porque o compraremos todo precocinado (y casi masticado) o llamaremos un Globo para que un trabajador precario y empapado bajo la lluvia nos traiga una pizza hecha de plástico pero con sabor a muchos quesos.


Resumiendo, ¿qué nos enseña el pan de molde? Que somos cada vez más vagos, más tiquismiquis y que siempre habrá alguien dispuesto a aprovecharse de ello.

Esta tendencia nos hace débiles física y psicológicamente y dependientes de otros (que es tanto como volver a decir débiles psicológicamente).

Ah, también nos enseña que si quieres cuidarte tienes que pagar… y mucho.


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