¿Dios existe? IV - Argumentos biológicos
Los autores del libro DIOS - LA CIENCIA - LAS PRUEBAS dedican sus siguientes argumentos a la aparición de la vida.
Los últimos avances científicos parecen indicar que la distancia entre los componentes más complicados del mundo inerte y la célula viva más sencilla no es precisamente una zanjita sino más bien un abismo. Nadie tiene ni idea como ese salto se pudo producir.
En los años 60-70 del siglo pasado hubo una especie de euforia investigadora y les pareció relativamente sencillo producir vida. Todo consistía en poner en un cuenco los ingredientes de la vida, simular las condiciones del pasado (temperaturas y presiones altísimas, rayos eléctricos, radiación, etc) y como por ensalmo los componentes de la vida aparecerían. No fue así, aparecieron algunos aminoácidos (los ladrillos de las proteínas) pero nada más.
Resulta que hay unos 2000 tipos de aminoácidos distintos pero solo 22 que se utilizan en las células vivas.
Además para más misterio cada aminoácido tiene su versión levógira y dextrógira que son idénticas pero que al representarlos tridimensionalmente parecen dos imágenes vistas en un espejo. La versión levógira gira la luz polarizada hacia la izquierda y la dextrógira hacia la derecha. Pues bien, solo las versiones levógiras de los aminoácidos intervienen en la vida (¿por qué si son químicamente idénticas? Ah misterio)
En aquellos laboratorios en los que se consiguió sintetizar algunos aminoácidos, se dieron cuenta de que el siguiente salto entre esos aminoácidos y cualquier proteína de la vida era inmenso. Una proteína viable puede estar formada por 1000 aminoácidos de los 22 tipos de los que hablábamos antes en el orden adecuado.
Por teoría de la probabilidad (definición de Laplace, es decir casos favorables entre casos posibles) sintetizar una proteína viable por azar, nos sale una posibilidad entre 10exp1500, que es lo mismo que decir que una entre una cifra que resulta de poner un 1 seguido de 1500 ceros. Esa división sale 0 hasta el decimal 1500, es decir cero a todos los efectos.
Dicho de otra forma, un ente podría estar entretenido toda la duración del universo (unos 14.000 millones de años) colocando aminoácidos a toda velocidad uno detrás de otro sin conseguir ni una sola proteína viable.
Cuando los científicos comprendieron esto, abandonaron los experimentos de generación espontánea de vida ya en los años 70 del siglo pasado. Hoy día no hay ningún proyecto para obtener vida de lo inerte, a pesar del gran avance que esto supondría, pero se sabe imposible.
Pero es que aún hay más misterios de una improbabilidad inmensa. El ADN es de una complejidad tal que puede contener (a volumen idéntico) 40.000 millones de millones más información que nuestra más avanzada tecnología.
El ADN contiene la información necesaria (entre otras) para la fabricación de las proteínas (es decir, como colocar los 22 aminoácidos de los que hablábamos antes en la secuencia correcta de 1.000 o más de ellos) generando además unas paradojas inexplicables.
Por ejemplo, las enzimas, que son proteínas que aceleran las reacciones químicas, son necesarias para la síntesis del propio ADN. Sin ellas, sintetizar ADN tardaría unos 80 millones de años mientras, con la enzima adecuada la reacción tarda unos milisegundos.
Pero las enzimas se sintetizan de acuerdo al código almacenado en el ADN. ¿Qué fue primero, las enzimas necesarias para sintetizar el ADN o el ADN necesario para sintetizar a las enzimas?
Otra paradoja. El código genético solo puede ser traducido por productos procedentes de la traducción. ¿Qué fue primero el código genético o los productos del código genético necesarios para su traducción?
Y siguen los misterios. Si asumimos el azar como el fabricante de todo lo vivo sometido exclusivamente a las leyes de la evolución ¿cómo es posible que solo haya un único código genético? Sería previsible que en el proceso evolutivo hubieran surgido varios códigos genéticos viables, de la misma manera que hay multitud de organismos que han conseguido adaptarse al desierto o a los hielos del Ártico de manera muy distinta.
Sin embargo todos los organismos vivos en la Tierra, desde el más simple hasta el animal más complejo comparten EL MISMO código genético. Un código que no ha variado desde que apareció hace unos 3.850 millones de años.
De ahí que se hable del Último Ancestro Universal Común (Last Universal Common Ancestor- LUCA, le llaman) que sería el primer organismo dotado del mismo código genético que todos los seres vivos compartimos hoy.
Así que la biología más actual trae malas noticias para el ateo que asume que el azar más el tiempo, sazonado con un poco de teoría de la evolución es el origen del mundo vivo. La realidad es que simplemente una proteína funcional o un gen es de una complejidad tal que es la antítesis del azar.
Francis crick, uno de los descubridores del ADN y premio nobel de medicina por ese motivo en 1962, dijo que “un hombre honrado, armado con todo el saber de hoy, debe afirmar que el origen de la vida es una especie de milagro, tantas son las condiciones necesarias para ponerla en marcha.”
Milagro es justo la palabra que un ateo no puede escuchar porque habla de un poder que se escapa a la naturaleza.
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