Matando lo sobrenatural

 Ya he defendido en publicaciones anteriores que, a mi juicio, matar lo sobrenatural es un error catastrófico de la cultura occidental actual. ¿Por qué?

Daré algunas razones y en este post abordaré la primera: 

El sentido de lo sobrenatural, de lo trascendente, está escrito a fuego en nuestro cerebro. La prueba irrefutable es que, desde la prehistoria, miles, sino millones de grupos humanos aislados desarrollaron esa trascendencia por sí mismos y lo demostraron en forma de pinturas, esculturas, culto a los muertos, etc,  con grandes huellas que han llegado hasta nosotros. Este hecho ha sido utilizado a veces como prueba de la existencia de Dios.


Por tanto, el sentido de la trascendencia, de la espiritualidad, es una necesidad del ser humano. Pretender que la ciencia y la tecnología han respondido las preguntas que angustiaron a nuestros antepasados (y que eran el motivo de su espiritualidad) es un absurdo porque no lo hacen. Si acaso, algunas veces, la ciencia ha conseguido responder el cómo, pero nunca el porqué o el quién. Y ni siquiera el cómo está resuelto en la mayor parte de los fenómenos de la naturaleza.


Esta ausencia de espiritualidad deja a los hombres actuales indefensos ante la dureza real de la vida y nos deja una sensación de vaciedad que no sabemos con qué llenar. Curiosamente la ausencia de espiritualidad es solo posible en una sociedad en la que el aburrimiento está desaparecido. Y el aburrimiento es necesario para todos, pero  especialmente para los niños, que gracias a él pueden desarrollar su imaginación.

En cambio, no solo en los niños, sino en todo el mundo, cada minuto, cada segundo que nuestras ocupaciones cotidianas nos dejan libres, es llenado con las redes sociales, programas de televisión, series, películas, vídeos, juegos en el móvil o en la tele,... es decir, ni un solo momento, nuestro cerebro puede pensar a sus anchas. Si así lo hiciéramos, la espiritualidad surgiría de forma natural en nosotros. 


Es lo que le pasaba a los antiguos pastores, solos en la grandeza de los montes, enfrentados a la oscuridad de la noche y a la fascinación de las estrellas. Ellos, por sí mismos, desarrollaban una sabiduría y espiritualidad digna de estudio. 

No sé si habéis tenido ocasión de hablar con alguno de esos antiguos pastores castellanos, que apenas sin saber leer ni escribir, te dejan pasmado con su sabiduría.


La ausencia de espiritualidad en la juventud es, a mi juicio, un problema, sobre todo porque su educación, en muchos casos, les ha impedido acceder a pensar sobre el tema y los hace carne de cañón ante los problemas de la vida. No poseen herramientas para enfrentarse a los avatares de la existencia. Apenas un móvil y el acceso a multitud de redes sociales son todas las herramientas que les hemos dado para luchar contra las frustraciones y el sufrimiento que el hecho de vivir, antes o después, inevitablemente conlleva.


Me gustaría comparar el índice de suicidios entre jóvenes y adolescentes en la actualidad y en los años setenta en España. Hace poco más de cincuenta años ese índice era considerablemente inferior. No hace falta ser muy listo para sacar la conclusión de que algo se está haciendo mal hoy en día y que en cambio, no se hacía hace cincuenta años. 


Así que no somos tan listos como creemos, incluso es posible que antes fueran más listos que nosotros. Pero sí que nos creemos listos, porque ahora con una consulta a google estamos convencidos de saber más que un abogado o un médico con años de experiencia.

Preguntémosle a Google como arreglar este problema. Seguramente nos dirá que necesitamos más psicólogos. 

Más psicólogos accesibles es, sin duda, mucho mejor que nada. Pero a mi juicio es solo una solución que ataca el síntoma pero no aborda la raíz del problema. Y es que esta sociedad impide que nuestros jóvenes construyan unos objetivos con cierta enjundia para su vida. Desde el punto de vista material, les condenamos al desempleo o a unos trabajos precarios, generalmente desmotivadores y con poco futuro. ¿Qué objetivos vitales pueden construirse en esa situación? y desde el punto de vista trascendente, hemos desatendido completamente su formación porque esta sociedad solo se interesa por ellos como consumidores de productos ¿Qué objetivos que les trasciendan podrían marcarse?


Los mayores no estamos mucho mejor, andamos bastante mal del coco y España es el país del mundo con mayor consumo de tranquilizantes, Para que luego digan que no somos los primeros en nada…


Cuando uno mata la trascendencia, la vida se vuelve vacía y difícil de sobrellevar y más si pasan los días y uno no ha hecho nada, ni por sí mismo ni por los demás. 

Las depresiones y otros trastornos mentales son típicos de las sociedades avanzadas. Si ese tipo de trastornos son testimoniales en sociedades atrasadas, con pocos medios, relaciones sociales estrechas y generalmente con creencias religiosas, ¿qué parte es la más curativa? ¿la de pelear cada día por la supervivencia, la de tener relaciones sociales estrechas o la de tener la esperanza en una vida futura plena en el más allá?


Sea como fuere, es un hecho que andamos mal del coco, demasiado estrés, angustia, depresiones, etc., también es un hecho que esta es una sociedad hipertecnologizada y por último también es un hecho que hemos construido una sociedad completamente deshumanizada, individualista y materialista. ¿Cuál de todos estos factores, no presentes antes, provocan nuestros crecientes trastornos mentales?


Aquí concluyo la primera razón por la que creo que matando lo sobrenatural estamos matando parte de nosotros mismos, de nuestra humanidad. Y, según mi criterio, eso ya nos está pasando factura tanto individual como colectivamente.


Se me ocurren otras dos razones que demuestran el error catastrófico que supone matar lo sobrenatural y que trataré de abordar en publicaciones posteriores:

La evolución de las civilizaciones y la burocracia que asfixia todas las culturas avanzadas.

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